Maya Angelou. Foto: PBS
La literatura es una forma de conocer a los semejantes, un escalón por debajo del trato uno a uno, y gracias a la lectura entendemos aspectos del carácter humano que de otra manera jamás conoceríamos. La primera vez que leí este libro de la norteamericana Maya Angelou (nacida Margarite Johnson,1928-2014) me golpeó con la fuerza de un latigazo, y en las posteriores el efecto no ha sido menor, porque aborda un asunto que desafía nuestra constitución moral: la inhumanidad del racismo. Hay momentos en que uno debe parar la lectura, hacer una pausa, como cuando se cuenta que a los ocho años la autora fue violada por su padrastro. Maya siente una cosa fofa sobre su carne. "Era algo demasiado blando para tratarse de una mano y no parecía el contacto con la tela" (pág. 94). Y entonces nosotros experimentamos la náusea. Sentimos una avalancha de experiencias (in)humanas. Las explicaciones manidas sobre la debilidad del ser humano se reblandecen como si fueran de cartón. No bastan.Quizás el impacto de este tipo de literatura en un lector europeo sea doblemente rompedor, porque los grandes cambios del ser humano a mediados del siglo XX los conocimos a través del existencialismo, de protagonistas que llevaban la bola del mundo encima, se sentían extranjeros en su mundo, cargados de pesimismo, de culpa. Son obras en que el mal suena como una gran campana, grave, sugerente, pero en el fondo hueca. En esta novela el mal llega de fuera, muy concreto, procede de los niños y adultos blancos que abusan de los de color, que viven atemorizados por la violencia.
Esta entrega es la primera de una serie de siete libros autobiográficos. Abarca desde 1928 a 1944. Comienza cuando Bailey y su hermana Maya, cuatro y tres años respectivamente, viajaron solos de California a Arkansas en un autobús; los padres los mandaban a vivir con la abuela, la Yaya, en Stamps, un pequeño pueblo sureño. La abuela y un tío minusválido regentaban una tienda, a cuyo calor crecerán los niños. Bailey y Maya son estudiantes aplicados, muy lectores, y aunque la escuela carece de medios, su inteligencia y la innata sabiduría de la abuela completan su educación. Un día, cuatro años después, apareció el padre en un coche estupendo, que viene a buscarlos para llevarlos a vivir con la madre en San Luis. Maya queda prendada de la belleza de la madre, que está entonces casada con el señor Freeman, su violador. La madre, el abuelo, los tíos, todos ellos sin embargo le hacen sentirse bien, protegida y libre en la gran ciudad, donde el racismo se nota menos.
Regresará a Stamps al cabo de un par de años. Relata el efecto de las primeras lecturas de poesía, del agradable trato con su primera amiga, mientras empieza a entender las formas de emancipación de su comunidad, mediante los himnos religiosos. Las personas de color se entregan al canto para liberar sus emociones, puntuado por una pregunta enunciada por el pastor: "¿Cómo puedes decir que eres mi hermano y odiarme?" (pág. 159). Y siente el efecto en los suyos de un combate de boxeo, donde Joe Louis, el "bombardero negro", tumbará a Primo Carnera. Qué orgullo que uno de ellos, Joe Louis, fuera el hombre más fuerte del mundo.
Sin embargo, la rabia de ser discriminada sigue latente. Cuando a los doce años acude al acto de graduación en el colegio, los niños y sus padres acuden vestidos de gala, un blanco estropeará el momento con unas palabras que no ocultan la verdad. "Éramos criadas, granjeros, mozos y lavanderas, y cualquier aspiración a algo superior era ridícula y presuntuosa" (pág.220). "Era horrible ser negra y no poder controlar mi propia vida" (pág. 220). Bailey y Maya regresaron a California. Ella empezó la universidad, y termina siendo una empleada de los famosos tranvías de San Francisco. La primera parte de su vida se resume así. "La mujer negra se ve […] atrapada en el triple fuego cruzado del prejuicio masculino, el ilógico odio blanco y la falta de poder de los negros" (pág. 329).
@GGullon