Image: Ulises y Yacir

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Novela

Ulises y Yacir

Cristina Cerezales

8 julio, 2016 02:00

Cristina Cerezales. Foto: Ojo Crítico

Destino. Barcelona, 2016. 304 páginas, 19€, Ebook: 9'49€

En una excelente y bien documentada entrevista en la página web Viaje a Ítaca, Elízabeth Hernández le señalaba a Cristina Cerezales que la presencia de la espiritualidad es un aspecto recurrente de su obra literaria. La escritora y pintora madrileña lo admite y advierte que se trata de un elemento que está muy presente en su vida, al igual que en la de su madre, Carmen Laforet. Especifica Cerezales que mientras la autora de Nada lo enfocó por la religión (se refiere a la conocida conversión que dio lugar a La mujer nueva, título de una de sus novelas), ella no le pone "ninguna etiqueta". Y aún añade una confesión relevante: no puede concebir que esta vida sea única y exclusivamente material, existe algo más que no hemos descubierto y anda por ahí, sin que ella sepa bien qué es. Ese algo misterioso, remata, lo buscan todos sus personajes.

Este núcleo de pensamiento, o, mejor, de creencias, explica de la cruz a la fecha Ulises y Yacir. Ya antes, Cristina Cerezales (Madrid, 1948) ha marcado su obra narrativa con un intimismo y espiritualismo definitorios. Se aprecia tal rasgo característico en el libro de relatos Amarás a tu hermano (2010) y en sus novelas: en De oca a oca (2000), en Por el camino de las grullas (2006) y en El pozo del cielo (2013), donde tal inquietud se centra en las ambiciones de cariz metafísico del artista plástico. También se encuentra en un texto narrativo muy curioso y original, Música blanca (2009), en el que desvela el latir íntimo de su madre. La nueva novela de Cristina Cerezales lleva al extremo estas inquietudes.

La línea argumental de Ulises y Yacir presenta la historia de cómo los dos adolescentes del título, uno español y otro magrebí, buscan hacerse amigos, y lo logran tras superar iniciales reticencias, para sobreponerse a los conflictos mentales que padecen. Ello ocurre en un paradisíaco escenario de la costa gaditana, frente a Tánger, la ciudad marroquí donde las respectivas familias tuvieron estrechas relaciones tiempo atrás. La anécdota se desarrolla dentro de una atmósfera de inquietudes espirituales cuyo referente último apunta a encontrar un sentido a la vida en el ámbito de unos valores trascendentes de fundamento religioso sin base doctrinal específica, aunque cercanos a la espiritualidad musulmana; a ellos se suman apelaciones directas e inequívocas al misticismo y alguna portilla abierta a las vivencias paranormales (Yacir tiene la fabulosa facultad de viajar en el tiempo, en la que adoctrina a Ulises).

Esta visión del mundo que apela a un reencuentro salvador de las almas en una trascendencia posmortem (el paraíso tanto coránico como cristiano) se junta con una dialéctica del bien y del mal en la que, al fin, el bien triunfa. Para ello, asistimos a un nutrido repertorio de acciones positivas que avalan el poder de la bondad sobre las miserias e injusticias de la vida. Asume tal papel la infatigable Dorotea, el nexo entre las familias de Ulises y Yacir, la buena samaritana obstinada en una campaña a favor del parto natural que relega los progresos médicos para casos de extrema necesidad.

Esta mujer mayor y enferma, acérrima defensora de un mundo natural, solidaria, se vuelca en conseguir la paz espiritual de la gente, a la vez que se dedica hacer el bien al prójimo, paliando sus necesidades materiales, y a luchar contra la injusticia. El empeño lo comparte con su amado Yamal, un marroquí mayor que representa al sabio de la tribu. Este mundo místico-idealista contrasta con materiales testimoniales, en la onda de moda de la novela de la crisis. Alguna escena recrea el horror de las pateras y otras, pegadizas, denuncian la tragedia (droga, paro, salarios de hambre) de los pobres.

La reivindicación espiritualista de Ulises y Yacir paga literariamente un alto precio. Los personajes tienen bastante de arquetipos y el didactismo planea sobre las ideas. Otro frente débil está en el estilo. A esta escritura le falta un mínimo de oído para lo conversacional y la frase sencilla y corta produce una prosa indigente. La audaz propuesta de Cerezales, refutación de los ismos primordiales del mundo actual (materialismo, monetarismo y tecnologismo), y sus nobles intenciones no llegan a cuajar en una buena novela.