Luis Sepúlveda
Como si se la contara a sus propios nietos a la luz de la lumbre, Luis Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949) nos sorprende con una fábula del siglo XX, Historia de un perro llamado Leal, narrada desde un punto de vista del propio animal, un pastor alemán maltratado y hambriento, obligado a seguir el rastro de un indio herido. Sin más armas que la poesía y la nostalgia del pasado, desde el comienzo del relato ("la manada de hombres tiene miedo") el lector asume el protagonismo de Afmau (Leal en mapuche). También que el rastro del fugitivo "huele a todo lo que perdí", que los perseguidores sienten el bosque (lemu) como algo hostil, y que no es difícil burlarlos porque ni conocen ni comprenden el lenguaje de la tierra. Mientras, Afmau sueña con lo que perdió, sueña con nawel, el jaguar que lo rescató siendo un cachorro en lo peor del invierno y lo llevó a un poblado mapuche, y sobre todo sueña con su familia de adopción y con su hermano Aukamañ, y llora al recordar su destrucción.Lo de menos es que el relato resulte previsible, que los buenos (los inocentes indios) resplandezcan de pureza y los malos sean abominables, porque Sepúlveda se vale de la poesía y la sensibilidad para narrar en unas líneas la historia del pueblo mapuche y su exterminio, así como para denunciar la destrucción de la naturaleza. Al tío abuelo de Sepúlveda, Ignacio Kallfukurá, que al atardecer hipnotizaba con sus historias a los niños mapuches en su propio idioma, en la Araucanía (Wallmapu), le hubiera entusiasmado.