Fernanda Torres. Foto: Registropop
Resulta curioso que alguien coloque el título Fin a su ópera prima, más aún cuando la obra goza de tanta calidad. Me refiero a la novela de Fernanda Torres (Río de Janeiro, 1965), muy conocida en su país por su dedicación a la interpretación (ha sido actriz de teatro, cine y televisión e incluso recibió en 1986 el premio a la Mejor Actriz del Festival de Cannes por su papel en la película Eu sei que vou te amar), aunque también es columnista de Folha de São Paulo y Veja-Rio, así como colaboradora de la revista Piauí. Fin, como decía, es su primera incursión en la narrativa ficcional.En la novela asistimos al relato de varias historias, las de un grupo de amigos que se conocieron en las playas de Río de Janeiro. Álvaro, Sílvio, Ribeiro, Neto y Ciro son jóvenes entre los años sesenta y setenta, y cada uno a su modo transitará de la juventud a la madurez ante los ojos del lector, que asiste con interés creciente al relato de sus vidas. Todos ellos pasarán por situaciones trágicas -también por alguna cómica- rememorando vivencias importantes y partiendo en cada caso del momento de la muerte. Se trata no solo de contar diferentes formas de vivir y de valorar la existencia por medio de tipos complejos -algo que los novelistas brasileños aprendieron del maestro Machado de Assis-, sino también de dibujar la circunstancia vital de una generación de individuos en un tiempo crucial de la historia de su país. Desenfreno, sexo, alcohol, drogas, samba y playa, son ingredientes que en mayor o menor medida condicionan la vida de este grupo de cariocas. Álvaro hace tiempo que está separado, a Sílvio lo matan los excesos con la droga y el sexo, Ribeiro disfruta de una juventud tardía con la viagra, Neto es el único que encontró estabilidad en el matrimonio y fue marido fiel hasta el final, y Ciro es el don Juan por excelencia cuyas habilidades se admiran y se envidian. En el fondo, sin embargo, todos están insatisfechos y se ven incapaces de rellenar el vacío existencial que se abate sobre ellos.
Pero lo más significativo de la novela no es dibujar la dificultad interior de unos personajes y el conflicto social en un momento determinado de la historia de Brasil, sino hacerlo con la complejidad con la que lo hace Torres. Para cada relato hace uso de la narración complementaria, utilizando varias voces que multiplican las perspectivas sobre los hechos y que acercan o alejan la implicación sobre los mismos, según le interese. Estos, además, llegan al lector fragmentados, lo que aplaza hasta el final la comprensión global de la historia. Y por si esto fuera poco, recurre al trastrueque temporal. El resultado final es esta ópera prima, sorprendentemente bien resuelta a pesar de su complejidad. Completa el efecto la buena traducción de Roser Vilagrassa.