Image: La condición animal

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Novela

La condición animal

Valeria Correa

14 octubre, 2016 02:00

Valeria Correa

Páginas de Espuma. Madrid, 2016. 161 páginas, 15€

Lo animal como parábola de lo imprevisible, salvaje y cruel que hay en la condición humana: he aquí el nexo que ha escogido la narradora argentina Valeria Correa (Rosario, 1971) para dotar de coherencia unificadora a esta docena de cuentos en que los animales sirven a menudo de detonante pero tienen también su minuto de gloria. Se trata de un debut narrativo que sorprende por la fuerza de lo contado y por la madurez del estilo, indicios ambos de muchos años de oficio.

El libro se presenta dividido en cuatro partes, titulada cada una de ellas con el nombre de uno de los cuatro elementos que para los antiguos conformaban la naturaleza: Tierra, Aire, Fuego y Agua. Es ya una pista sobre el carácter primigenio de lo que vamos a leer. Y, en efecto, nada más abordar la lectura del primer cuento, "Una casa en las afueras", comenzamos a percibir lo salvaje. La presencia de unos animales silenciosos, al acecho; la de unos jóvenes que parecen imitarles; la hipérbole como lenguaje, a menudo estirada hasta los límites del realismo y mucho más allá, hasta adentrarse en un terreno donde lo fantástico y lo cruel se tocan. No sabría, sin embargo, si calificar de fantásticos estos relatos, porque de lo que Correa habla -y muy bien- es de los límites de lo humano, y lo hace sumergiéndose en las más humanas cuestiones: la traición, la muerte, la soledad, la obsesión patológica, la pérdida, el terror ante la llegada de un hijo...

En mi opinión, la autora se maneja mejor en los textos más largos, donde crea convincentes atmósferas y verosímiles psicologías para sus personajes. Mis relatos favoritos son el ya citado "Una casa en las afueras", "Criaturas" y, sobre todo, "Lo que queda en el aire". En este último, a una historia desgarradora sobre el fin de la infancia -con pájaro metafórico (o no)- se une la presencia de un narrador que interpela al lector al tiempo que le regala interesantes imágenes (un ejemplo: dormir con los abuelos es "lo más parecido a hibernar entre monstruos mitológicos").

Es inevitable al leer a Correa acordarse de "La gallina degollada" de Quiroga o de "La intrusa" de Borges, aunque librados de sus resonancias locales, para hacerse universalmente truculentos, casi góticos. Estoy convencida de que a ambos, si pudieran, les habría gustado leer este libro.