Lara Moreno. Foto: Archivo de la autora
Las novelas que cuentan la menesterosa situación de muchos ciudadanos por culpa de la crisis económica actual ganan cada día terreno en nuestra narrativa. Pero en momentos como el presente en que no existe ninguna tendencia que se imponga con claridad, a no ser cierta hegemonía de la literatura concebida para el mercado, es posible la presencia de todo lo contrario. Junto al testimonio de la realidad exterior abunda lo opuesto, ficciones volcadas en lo privado, historias de madres e hijas, de amigas, de relaciones personales atormentadas; son relatos de vivencias íntimas que desarrollan un discurso subjetivista frente al objetivismo de los otros.Lara Moreno (Sevilla, 1978) aporta un caso muy llamativo dentro de esta corriente con Piel de lobo, donde aglutina en una sola historia el puñado de motivos habituales en el gusto de nuestros días por explorar conciencias conflictivas y desorientadas. El choque entre dos hermanas, Sofía y Rita, se lleva la parte del león en la novela y a este núcleo anecdótico se asocian, sin que resulten pegadizos, otros motivos, la maternidad, las relaciones paterno-filiares, las desavenencias en el matrimonio o las pulsiones eróticas.
Algo tiene Piel de lobo de compendio de asuntos frecuentes en las preferencias habituales de la reciente narrativa escrita por mujeres. Pero de ninguna manera se trata de una secuela resumidora de dichas preocupaciones porque revela personalidad propia. La literatura actual acerca de enfermedades del alma suele contentarse con encadenar vagas impresiones y divagaciones genéricas sobre estados anímicos un tanto abstractos sin el soporte de una verdadera historia que contar. Se tiende a encerrarlo todo en el claustrofóbico espacio de la mente. lo cual está muy bien si se es Dostoievski, pero insuficiente si no se alcanza el magisterio del ruso. Lara Moreno sí dispone, por el contrario, de una anécdota firme en la que asentar las turbulencias psicológicas. Y construye, además, un entramado de vínculos con el mundo exterior que explica los comportamientos de los personajes -ambas hermanas y otros allegados- en función de hechos tanto del presente como del pasado. Supone una proximidad a la vida común y una voluntad de realismo cotidiano muy valiosos, aunque demasiado tímidos (no se entiende que solo se refiera a una "ciudad" y sus playas cercanas, en vez de dar el nombre, Huelva, del lugar donde se emplaza la acción).
Con estos planteamientos personales, Lara Moreno levanta una historia de infrecuente vigor. Se sostiene en una buena selección de confrontaciones, disidencias y violencias entre seres cercanos. Su forma de relatar es clásica, apenas modernizada por unos toques en la presentación de los diálogos. Alterna con positivo resultado el relato en primera y en tercera persona. La sustancia imaginativa tiene consistencia. En varios pasajes (por ejemplo, la visita de Sofía con su hijo a una feria popular) consigue alta intensidad gracias al hallazgo del estilo apropiado para trasmitir la aleación de sucesos e impresiones. Además, algún golpe de efecto y dosis de intriga amenizan algo el peligroso ensimismamiento de la anécdota principal.
Piel de lobo cumple un papel básico de la buena literatura, el de reflejar con vivacidad en un espejo las realidades de la vida. Lara Moreno va más allá de una crónica fratricida de extraño final positivo. Hace un retrato sin concesiones, violento y lúcido, turbador, de algo en lo que todo el mundo habrá de reconocerse, la familia.