Gonzalo Torné
La tercera novela de Gonzalo Torné (Barcelona, 1976), Años felices, es una nueva demostración de su inteligencia narrativa, aplicada en múltiples sentidos.El libro nos presenta a un grupo de amigos de procedencia social diversa en el Nueva York del siglo XX. Pese a la precisión de las referencias culturales y urbanas, el período es indeterminado aunque no ahistórico: se nos dice que en España está instalado el fascismo, y en el tercio final de la novela los protagonistas, ya maduros, conviven con palabras fetiche como "Vietnam" o "napalm". Los hombres y mujeres que pueblan estas páginas tienen plena conciencia de su origen social, saben que el dinero existe y lo incorporan de múltiples maneras a sus propios razonamientos y al modo en que se relacionan entre sí: está el hijo de un padre judío trabajador, un millonario wasp, un catalán que ha huido de su propia familia, un abanico de muchachas de clase media y, en algún caso, belleza fascinante si es que uno decide fascinarse. Con estos mimbres, Torné imagina los "años felices" de una generación y se pregunta por qué son, precisamente, felices.
Dicho de otro modo, se pregunta por qué otros años son infelices. El resultado es una novela admirable, estructural y estilísticamente tan sólida como los referentes anglosajones a los que puede recordar (no tanto los clásicos como Henry James, aludido aquí, sino los contemporáneos que han sabido rearticular el legado de esos clásicos, McEwan, Peter Cameron, Toibin, Ozick; les pido que se tomen lo arbitrario de este name dropping con el mismo sentido de la ironía, muy notable, con el que Torné escribe), psicológicamente sutil, divertida y devastadora a partes iguales, subrayable cada línea.
Los conflictos que estos personajes tienen que afrontar nacen en el seno de la familia, y ahí entran en juego una serie de figuras paternas ante las que los hijos se debaten entre el desprecio y la inevitabilidad de ser, precisamente, hijos: "¿Cómo se podía vivir sin arremeter contra la sensibilidad y las expectativas de los padres? ¿Cómo se podía vivir sin crecer y cómo se podía crecer sin dañar? ¿No trataba de eso estar vivo: de abrirse paso, de desplazar, de ser desplazado, adelantar, quedar atrás, atender las propias expectativas, defraudar otras y lastimar y volver a lastimar?".
Sobre lealtad y traición habla Años felices, en frentes diversos como círculos concéntricos que acaban encontrando una resolución desoladora en las páginas finales: se traicionan vocaciones, personas, secretos y memorias. Las lealtades que perviven (porque las hay) lo hacen sobre bases insospechadas, alteradas o reveladas sólo por el paso del tiempo. Otra cita: "Nadie que no haya sido traicionado hasta el fondo puede sospechar la profundidad del mal que te infligen, cómo se ensucia la vida [...] La traición nos informa de nuestra auténtica talla: está más allá de las constituciones borrosas de la moral, muy por encima de las ilusiones, de los fingimientos, de las renuncias cosméticas: la traición define la estructura del mundo". Entre una y la otra tiene cabida este libro.
He hablado al principio de la inteligencia narrativa de Torné; esa inteligencia toma forma en la precisión de su escritura, cuyo tono oscila entre lo evocador o atmosférico y lo analítico. Así, el componente histórico de estas páginas, aparentemente desdibujado por la imprecisión cronológica, acaba siendo importante y revelador: he aquí un tratado de las relaciones entre la realidad y el individuo en los años que precedieron a hoy (el narrador habla desde la conciencia de descender de la historia que relata).
Por lo demás, la pregunta sobre la felicidad de los años obtendría su respuesta en el paso del tiempo, en el hacerse mayor, ese fenómeno que tiene lugar "cuando las personas a las que quieres ya no pueden seguir esperando a que decidas quién vas a ser, cuando por exigencias externas (por lealtad, por amor) desgarras la ambigüedad de tus expectativas para volverte más conciso y efectivo". Esa es la médula de Años felices, allí se resuelven buena parte de las vidas de sus personajes. Torné ha escrito una novela magnífica de la que puede decirse lo que el narrador afirma en esta última cita: "Ese es el riesgo, claro, cuando nos exponemos a las miradas de esas criaturas complicadas y atractivas que son las personas inteligentes: que atan cabos, que aciertan, que no se olvidan".