Esther García Llovet. Foto: Rafa Rivas

Anagrama, 2017. 128 páginas. 15,90 €. Ebook: 9,49 €

Esta es la quinta obra narrativa publicada por Esther García Llovet (Málaga, 1963), cuya actividad creadora se reparte entre la literatura, la traducción y el cine. Cómo dejar de escribir es una novela corta, no solo por su extensión de poco más de 100 páginas, sino también por el desarrollo interno de la trama, sin grandes transformaciones en la evolución de su historia novelada, deliberadamente ceñida a una visión en escorzo, humorística y desenfadada de algunos espacios urbanos de un Madrid real sorprendido en la trastienda de lo que no puede verse con una mirada convencional. Este es el atractivo principal de la novela. Y en ello radica su mérito literario, sustentado en una prosa de buscada sencillez, ingeniosa en sus manifestaciones de humor excéntrico y muy expresiva en su bien dosificada creación de juegos de palabras. A lo cual contribuyen también la fluidez y el dinamismo de sus diálogos.



La historia está contada en primera persona por Renfo, un joven veinteañero que busca en un Madrid alucinado, "absurdo, brillante y hambriento", el manuscrito perdido de su padre, el gran Ronaldo, fallecido hace varios años y considerado en su leyenda urbana como el mayor escritor hispanoamericano de su generación. Renfo narrador se propone también escribir la biografía de su padre, de la cual lleva redactada solo media página. Y Renfo personaje se cruza con otros tipos igualmente estrafalarios como el expresidiario Curto, un parado de larga duración (VIPS) ahora metido a jardinero, alguna chica pija como Claudia y la extraña pareja de Los Maridos formada por Pato y Carnicero, que viene a ser una versión actualizada por degradación de Bouvard y Pécuchet. Estos excéntricos personajes coinciden en espacios urbanos cutres, con olor a fritanga, como los bares El Chigre o El Charlatano, calles variopintas que huelen a meada de perro, desde Arturo Soria hasta Sol, y fiestas en casa de gente acomodada y rara donde abundan las drogas y los robos.



Todo transcurre en un caluroso verano madrileño, contado desde un presente narrativo que se sitúa en plena crisis actual, con hábil manejo de la elipsis, y oportunas analepsis en la recuperación de historias y episodios del pasado por medio de sueños del narrador y protagonista con su padre o del recuerdo de experiencias vividas por otros personajes. Con ello se completa una espléndida novela corta cuya estética de la brevedad se condensa en capítulos que llegan a limitarse a 4 ó 5 líneas, alguno de los cuales puede considerarse un buen microrrelato (por ejemplo, el 21).



En los casos más extremos la casi única línea del capítulo 39 encierra una afortunada greguería ("Por qué las casas vacías parecen cada vez más grandes"); o la misma palabra repetida tres veces en el 44 para destacar la "Resaca" posterior a una fiesta de dos días. Todo ello intensifica el interés del lector, sorprendido por una mirada singular sobre la cara oculta de la realidad en ese Madrid entrevisto por donde se extravían unos personajes extravagantes no ajenos a las heridas del paso del tiempo, la muerte y el olvido. Esta visión crítica extiende también su alcance a la trastienda del sistema literario y sus implicaciones sociales.