Care Santos. Foto: SM

Premio Nadal. Destino, 2017. 416 páginas. 20,50 €, Ebook: 12,99 €

Una durísimo episodio ocurrido en un colegio de monjas abre Media vida. Cinco alumnas despiden el curso 1950 jugando a las prendas. Será una noche de violencias que abarcan una doble perspectiva. Una, individual, muestra los límites del alma, desde la maldad patológica hasta el sufrimiento impotente. La otra, testimonial, recoge impactantes noticias sobre los internados regidos por religiosas tridentinas, las repercusiones de la guerra y las humillaciones padecidas por los vencidos.



Ese terrible episodio funciona como prólogo del reencuentro de las chicas en 1981. En 31 años sus vidas han seguido distintos derroteros, han cumplido los 45 y la cena que las reúne sirve de ocasión para hacer balance de la 'media vida' transcurrida hasta el momento de afrontar el futuro de la madurez. De nuevo hay dos perspectivas. La individual hace observaciones psicológicas sobre los respectivos comportamientos de las mujeres, los rencores anidados en la conciencia y los determinantes que han condicionado sus existencias. Pero es la otra, la colectiva, la que adquiere importancia capital. La novela asume una notable carga informativa y documental: los criterios que guían a la clase media franquista, la represión de los disidentes, la muerte del dictador o la ley de divorcio, en la que una de las chicas, Julia, diputada comunista, ha tenido un papel destacado.



En su mayor medida, Media vida responde a la voluntad de convertirse en una novela generacional, en el relato que expone la mentalidad y vivencias de las mujeres de la primera promoción de posguerra. Care Santos (Mataró, 1970) repasa qué precio han pagado a la ideología dominante, cuáles han sido los papeles asumidos con inconsciencia o resignación, cómo fue la educación sentimental, de qué modo han vivido el erotismo, cuánto han cedido y perdido para cumplir con el rol social asignado.



La estampa global es negativa y su fracaso se manifiesta en la verbalización deslenguada y cínica de la cena, cuando el alcohol libera un rosario de frustraciones. Los materiales están seleccionados con un espíritu de muy justa denuncia feminista. Los detalles que se refieren figuran en el debe de una sociedad que instrumentalizó a la mujer y coartó su libre voluntad y su independencia.



La cabal reivindicación de las mujeres se encaja, además, en un conflicto moral, el perdón. Tiene motivos Julia, que estudiaba a cambio de servir a sus compañeras y fue víctima de la vesanía de las monjas, para pasar elevada factura. Pero en un gesto consciente, y sin el arrepentimiento de los ofensores, da por saldada la deuda. Aunque no creo que la autora pretenda lanzar un mensaje político, en la actitud de Julia y en la absoluta ejemplaridad de su trayectoria se identifican unos valores éticos anidados en una conciencia de izquierdas, frente a la cual contrastan el egoísmo y otras miserias espirituales de sus acomodadas condiscípulas.



Care Santos trata estas cuestiones en una novela convencional. Presenta una galería de personajes atractivos. La historia es clara y está llena de recursos proyectivos que buscan la identificación emocional del lector. Un fondo de intriga mantiene vivo el interés anecdótico. Media vida pertenece a la digna literatura de consumo que aborda con seriedad, y con humorismo irónico, un asunto sin renegar de esa aspiración.