Ben Fountain. Foto: GDL
Termino de leer El eterno intermedio de Billy Lynn (2012), la muy cáustica primera novela de Ben Fountain (Chapel Hill, North Carolina, 1958), y me veo como obligado a compartir mi entusiasmo en las redes sociales. "Menuda sorpresa", escribo, y al poco un espontáneo me quiere hacer ver que no he descubierto nada, pues esta novela ha sido un bestseller en los Estados Unidos, recibiendo por el camino no sé cuántos premios. Pasa por alto mi apuntador que ese es precisamente el motivo de la sorpresa. Resulta alentador ver cómo una novela tan ácida y tocapelotas como esta ha cosechado tantos éxitos en su país, al que pone de vuelta y media, dándole donde más duele: ese exacerbado patriotismo de barras y estrellas que gasta en los grandes eventos de catarsis nacional, como las guerras y los acontecimientos deportivos.Hablando de guerras, quién nos iba a decir que las del siglo XXI solo se diferenciarían de las de los siglos anteriores en el aspecto audiovisual. Hoy día los conflictos bélicos se suceden en vivo y en directo, como si fueran un programa más de la parrilla televisiva, y esta inmediatez parece restar entidad a las imágenes, por duras que sean, que en el mejor de los casos nos parecerá que forman parte del tráiler de una película. Ese es en cierta medida el punto de arranque de El eterno intermedio de Billy Lynn: un pelotón del ejército estadounidense enviado a Irak sale con vida de milagro de una emboscada; la "hazaña" es grabada en vídeo y se viraliza, convirtiendo a los miembros del escuadrón Bravo en héroes nacionales por accidente.
El mismo año en que se publicó El eterno intermedio de Billy Lynn vio la luz la espléndida y desgarradora Los pájaros amarillos (2012), en la que Kevin Powers novelaba con inusitada belleza y hondura sus experiencias como combatiente en Irak, pero la aproximación al conflicto que hace aquí Ben Fountain es radicalmente opuesta. En lugar de poner el foco en su inutilidad o en los estragos sufridos por los que lo vivieron en primera persona, Fountain retrata a la masa informe que lo auspicia todo.
Y lo hace colocando en el centro de su relato al pobre Billy Lynn, un soldado raso de apenas 19 años que a su regreso comienza a ser tratado como una estrella del rock, con viajes en limusina y encuentros con las personalidades más relevantes del país, que querrán a toda costa estrecharle la mano. La última parada del llamado "Tour de la Victoria" será un partido de fútbol americano, en cuyo intermedio está previsto que aparezca el escuadrón Bravo al completo junto a las Destiny''s Child. La nación los espera.
No debe ser fácil transformar unas cuantas horas de la vida de unos personajes, por muy eternas que estas sean, en una novela de más de trescientas páginas, pero es sin duda gracias a la prosa eléctrica de Fountain como el efecto se consigue: termina uno al final mareado y asqueado por tanta palmadita en la espalda, por tanto baboseo. La sombra de Tom Wolfe es aquí muy alargada, tanto estética como temáticamente, aunque hay que reconocer que el pope del Nuevo Periodismo, siempre tan hedonista, nunca se pringó el traje blanco a la hora de escribir, por ejemplo, sobre la guerra de Vietnam.
Por este motivo, el texto de Fountain, un autor primerizo de extraño talento, resulta tan brillante como valiente, capaz de ofrecer un retrato esperpéntico a la vez que cabal de todas las cabezas huecas que creen tener poder (y probablemente lo tengan) en los Estados Unidos. El eterno intermedio de Billy Lynn es una novela que en el fondo da mucho miedo. El mismo que da pensar que hace no tanto obras tan incómodas y frenéticas como ésta se llevaban el Pulitzer a casa. Insisto: toda una sorpresa.