Manuel Vicent

Alfaguara, 2017. 233 páginas. 18'90 €, Ebook: 9'99 €

En cierto sentido, la realidad más actual se lo pone fácil al valenciano Manuel Vicent (1936). Nos referimos a esa realidad susceptible de ser sometida a una deformidad grotesca que no es comedia ni es tragedia, sino esperpento, en términos valleinclanescos. Y no es desacertado elegir ese ángulo para desplegar velas, pues no es otra la intención del autor que poner su última novela, La regata, rumbo a un sarao por el que campan a sus anchas la frivolidad y la codicia. El escenario es un territorio de ficción familiar a sus lectores, Circea de la Marina; el marco temporal es el verano de 2016, y el mar elegido es el Mediterráneo, pero no el mismo mar de todos los veranos en otras obras suyas, sino el que sirve de escaparate al postureo y solaz veraniego, de objetivo a especuladores sin escrúpulos y de escenario dramático a pateras cargadas de personas que pagan su peaje con la propia vida. No hay desacierto, pues, en tratar esta tragedia nuestra con la fórmula del esperpento. Tiene oficio Vicent, y desdramatizando atraerá la avidez de quien quiera pasar un buen rato disfrutando de sus maneras de buen narrador y sagaz comunicador. El resto, como decíamos, lo brinda la realidad.



La acción se desata con el aguijón del sarcasmo disparando sobre tipos infames. Su trama se articula entre lo que sucede en el mar, la regata, en la que participa más de un pez gordo (un cirujano plástico, el dueño de una fábrica de cementos, un ex ministro, una familia pija,...) y un escritor a quien asiste el noble afán de hacer la crónica de la travesía. Uno de esos peces gordos, alto financiero, con su joven amante, es pasto de toda clase de comentarios cuando lo que prometía ser un fin de semana de pasión clandestina empezó y acabó con la muerte de él sobre ella, atada de pies y manos a las cuatro esquinas de la cama. Y no acaba ahí el asunto, porque el difunto, sin saberlo, será el que sufrague el montaje de una comedia de Aristófanes en la que la joven actriz actuará como protagonista.



Y podríamos seguir, porque hay ingenio y ambición en estas páginas, aunque también cabos sueltos. Pero Manuel Vicent sabe dónde poner la quilla para mantener a flote expectativas.