Edmundo Paz Soldán
La nueva novela de Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967) transcurre en una prisión llamada La Casona, en un país latinoamericano indeterminado, y está narrada alternando las peripecias y percepciones de un buen número de personajes que atraviesan todas las capas sociales y tribales que la habitan. Según las convenciones del subgénero carcelario, aquí abundan la corrupción, la violación, etc. La población de la provincia se ha entregado a un culto que alarma a las autoridades, por incontrolable: la gente adora a Ma Estrella, también llamada La Innombrable, una santa pagana de origen confuso cuyo mensaje es la venganza. Coincidiendo con la prohibición de esas supersticiones por parte del Prefecto de la región (parte de una estrategia para decapitar a la oposición), en La Casona estalla una peste aniquiladora provocada por un desconocido virus "filamentoso", "diferente a los redondos". ¿Por qué aporta Paz Soldán ese último detalle bacteriológico? Quizás tenga que ver con la cita de Jacob Von Uexküll que abre el volumen: "Todo, hasta lo más pequeño, muestra un orden, un sentido y un significado, todo en el mundo biológico es armonía, todo melodía". Así, en sus frecuentes descripciones del virus y su estructura, que llega a describirse como un "fantasma" (se ve y no se ve), el autor tal vez condensa su visión del mundo como derrumbe viral.Estructura es arquitectura; y en parte, narrativa es arquitectura. Escribiendo acerca del género de terror y weird, Paz Soldán facilitaba en un artículo dos claves exactas que operan en la obra de H. P. Lovecraft: la concepción de la literatura como "una pesadilla dirigida" en la que importaría, por encima de cualquier otro elemento, "la vívida geografía donde ocurre el horror". No me parece mal calificar Los días de la peste como high-weird, ni hacer que nuestro análisis de urgencia se fundamente en esos apuntes con los que el autor definió a Lovecraft. Con sus cinco patios (una progresión en el horror, no sé si descendiendo círculos del infierno o superando pantallas en un videojuego tortureporn), La Casona tiene casi voluntad propia, algo que a ratos se hace explícito. Su territorio, con barrios, fronteras o viviendas, goza de una lógica urbanística, jerárquica y hasta orográfica indiscutible. Tiremos de un tópico, aunque negociándolo: La Casona es la protagonista real de la novela, al precio de estar construida por todas las voces que la habitan, rediseñan y edifican: hay incluso una lógica de la gentrificación en el modo en que los representantes de las cochambrosas jerarquías del microcosmos carcelario viven en permanente tensión, a empujones.
Ahora bien, ¿quién dirige la pesadilla? Si el narrador ha decidido fragmentar los puntos de vista, con un abanico de modulaciones estilísticas siempre sucias, es porque no está claro quién lo dirige todo en la lógica interna de la narración. ¿Esos Poderosos que, fuera de la cárcel, no dejan de equivocarse en sus medidas? ¿El Gobernador dubitativo de la prisión, que ejerce su poder entre la crueldad y la empatía? ¿La Innombrable? ¿La biología? Entendida como fábula política, Los días de la peste da vueltas al baile entre poder y violencia. También, a la crisis de representatividad y a la desolación de un mundo sin expectativas históricas convincentes (los tatuajes atraviesan el texto como formas individuales de ritualizarse y representarse al margen del Poder). Y es una buena novela.