Jordi Puntí. Foto: Stefanie Kremser

Anagrama. Barcelona, 2017. 208 páginas. 16'90€, Ebook: 10'99€

En una "Nota final", Jordi Puntí (Barcelona, 1967) explica que Esto no es América ha sido construido a partir de relatos aparecidos a lo largo de más de 10 años en distintas publicaciones a partir de un encargo. Sin embargo, la sensación que el libro deja en el lector es de coherencia, hasta el punto de que los temas que constituyen su ritmo profundo se suceden de un modo sutil, pero deliberado: por ejemplo, los primeros relatos están todos sobrevolados por la idea de la muerte, y más adelante la soledad emerge con mayor fuerza vertebradora; pero es cuestión de equilibrios, porque todo ello va puntuando el texto, que además remite todo el tiempo a la concepción de las personas como unos seres dotados de una extrañísima vida interior, que sólo logra acercarse al otro en breves raptos fisiológicos, sentimentales… O narrativos. Como queda claro en el último relato, "La paciencia", en el que él mismo se convierte en personaje, narrar es una forma de contacto entre muchos planos: ficción y confesión, autor y lector, , consciencia y subconsciencia, incluso ego y mercado. Todos los contactos que se establecen en Esto no es América son felices.



El primer relato, "Vertical", recorre Barcelona a lo Auster. El trazado urbanístico de las ciudades es un asunto de poder, o al menos de colectividad. Los personajes de Puntí, en cambio, se envían mensajes privados de amor "escribiendo" letras y palabras con sus paseos por el mapa de Barcelona, dibujando nombres de novelistas rusos con sus pasos "como si así ayudaran a fabricar la energía que mueve las grandes ciudades". Sin embargo, el destino del relato es la muerte del ser amado. En "Intermitente" y "Riñón", la brillantez del autor crece: impresiona la naturalidad con que encajamos los rituales desconcertantes de un autoestopista fascinado por la vida de los otros, sumergiéndonos en una atmósfera que a ratos es tierna y a ratos extrañamente amenazante.



"La mayor parte de las personas llevan una existencia previsible, calcárea, y solo el azar les ofrece de vez en cuando la oportunidad de cambiar y renovarla", dice un personaje de Puntí, y esto es más o menos cierto para muchos personajes, aunque es más habitual que sean ellos mismos quienes buscan el modo de forzar ese azar: es lo que ocurre con los protagonistas de "La madre de mi mejor amigo", "Premio de consolación" o "Siete días en el barco del amor", que buscan resolver sus propias fantasías, con lo cual Puntí logra radiografiar tanto ciertos tótems contemporáneos (el mercado inmobiliario, el crucerismo) como las formas de extrañeza que los pliegues de la propia identidad pueden provocar en el individuo. "La materia" y "El milagro de los panes y los peces", por su parte, son tal vez los dos relatos del conjunto que tratan de un modo más sorprendente la convicción narrativa de que el otro es siempre de una extrañeza irreductible. Como uno mismo.



"Usted dice que no toca canciones propias, que no puede componer, y sin embargo hace suyas canciones ajenas. Nadie toca ‘Yesterday' como usted, por ejemplo", le dice un crucerista adúltero al pianista del barco en uno de estos cuentos. Nos vale como descripción del buen narrador. Nos vale para Puntí.