Una vida prestada
Berta Vías
2 marzo, 2018 01:00Berta Vias
La sociedad de la información ha cambiado muchísimas cosas en el mundo. También ha afectado a la literatura. Desde luego, han perdido buena parte de su sentido las novelas que recreaban la existencia de un personaje interesante sobre el cual aportaban valor noticioso y no escondían un propósito divulgativo. Hoy, una simple consulta en internet proporciona bastante materia informativa. Las novelas interesadas en retratar a alguien notable pueden, por tanto, prescindir de la ganga anecdótica y centrarse en el personaje. Lo cual no significa una comodidad para el autor, sino que le añade una exigencia. A cambio de ahorrarse el trabajo de recopilar sucesos, tiene que ahondar en la personalidad del biografiado. A este fin resulta imprescindible adoptar un punto de vista desde el que mostrar al personaje. Cuando se trata de alguien tan misterioso e insólito como la fotógrafa Vivian Maier, nada más conveniente que una mirada intimista. Esta es una perspectiva que anida en el ADN literario de Berta Vias Mahou (Madrid, 1961) y que, aunque no sea la única viable, se revela como un enfoque de todo punto pertinente y eficaz para penetrar en la artista norteamericana. De la confluencia entre una persona de alma secreta y una escritora capaz de intuir zozobras espirituales sale la excelente estampa biográfica titulada Una vida prestada. Berta Vias presenta los datos biográficos externos fundamentales de Vivian Maier sin detenerse en detalles. Con atinados saltos temporales reconstruye su trayectoria. Todos los hitos básicos de su vida aparecen en la novela: los orígenes europeos, el trabajo como niñera en Nueva York y Chicago, las relaciones con los chicos y sus familias, los hábitos no poco peculiares, la obsesión maniática de disparar la cámara, la adquisición por el historiador John Maloof de sus cuantiosos archivos en una subasta y el solitario fallecimiento en una residencia de ancianos. Se echan en falta, aunque quizás lo explique la carencia de datos fiables, los viajes en solitario que Maier hizo por varios países orientales. Las referencias al mundo exterior en Una vida prestada son parcas, aunque no insignificantes. Una fiesta-concurso contiene una acerada denuncia social de la clase alta americana. También se delata la venalidad del arte, el compadreo entre artistas, críticos y comerciantes. Por contra, un tono positivo tiene la conmovedora relación entre un lechero y Maier, resuelta en un emotivo episodio enmarcado en un encantador cuento infantil. Aunque estos pasajes testimoniales amenicen el relato, no lo desvían de su empeño por mostrar al desnudo la intimidad de la hoy famosa fotógrafa. Berta Vias consigue una semblanza cabal de una mujer rara, una personalidad fuerte que pone por encima de todo su independencia, alguien autónoma, solitaria, con las ideas claras y entregada sin concesiones a su pasión, la fotografía. Ignoro cómo fue la artista, pero da igual porque Vias marca la biografía con el marchamo de la autenticidad. Los detalles íntimos funcionan en ese sentido y, así, vemos la verdad de ese despojamiento de lo material, de contentarse tan solo con disponer de una habitación propia. A la vez, Vias consigue la plena imagen de una creadora que lleva al extremo el arte como un estado de libertad: la “ladrona de imágenes” solo busca “explicar el hombre al hombre” con la cámara y dejar memoria “de las víctimas de la vida”. Un estilo conciso y antirretórico sirve de soporte al recurso técnico capital del libro, la narración en primera persona desdoblada en un tú de autoanálisis. El tino formal, una materia humana palpitante y la afilada imaginación moral de Berta Vias hacen de Una vida prestada una magnífica novela, un admirable retrato de interiores.