Camille Claudel trabajando en el taller de Rodin, h. 1899

Periférica. Cáceres, 2018. 152 páginas, 16 €

Michèle Desbordes (Saint-Cyr-en-Val, 1940 - Baule, 2006) fue una autora que se caracterizó por ahondar en las vidas interiores de personajes artísticos. Dotada de una escritura marcadamente poética, en El vestido azul , ofrece su visión de Camille Claudel, la escultora y amante de Auguste Rodin, renunciando a hacer una novela biográfica convencional. Más bien acota un pequeño territorio: una silla, el parque de un manicomio, una mujer que envejece, recuerda y espera.



En ese escenario mínimo, donde transcurren los monótonos treinta años que Camille pasó en el sanatorio mental de Montdevergues, se concentrarán todas las sensaciones de una mente múltiple, vulnerable, abandonada a su suerte, en lucha entre el desorden de las horas y sus anotaciones obsesivas.



La mujer sobre la que medita la novelista no hace otra cosa que esperar. Espera a un hombre durante treinta años. Ese hombre es Paul Claudel, su hermano: el consul, el embajador, el poeta, el dramaturgo famoso. El hermano que, en complicidad con la madre, dio orden de que la ingresaran en marzo de 1913, en el manicomio de Ville-Evrard, para ser trasladada, unos meses más tarde, al de Montdevergues. Nunca saldría de aquella casa de locos.



Esta es la historia de un encierro y del tiempo caótico en la mente de la mujer prisionera. El puñado de visitas del hermano se encadenan en su memoria. La narradora imagina siempre a Camille en ese parque, a la sombra de los robles, en el lugar desde el que podía ver al elegante cónsul, y más tarde embajador de Francia en Japón, aparecer con su Packard y franquear la verja. "Él la encontraba allí cuando llegaba, sentada en aquella silla delante del pabellón, inmóvil y con las manos cruzadas sobre el regazo, con aquellos vestidos grises o marrones, siempre los mismos..."



Hay mucha información sobre la vida de Camille Claudel y su relación con Auguste Rodin. Recordamos la extensa biografía novelada sobre Camille de Anne Delbée (Circe); sabemos de su talento artístico, del rechazo cruel de su familia por su vida bohemia, la convivencia prohibida con el genio y por el deshonor de saberla posando desnuda; imaginamos el paulatino deterioro de su mente; también hemos leído sus cartas pidiendo socorro desde el manicomio.



¿Qué más podría aportar una novelista sensible y literaria como Desbordes a la historia fascinante y terrible de la gran artista que amó a Rodin?



Michèle Desbordes, cuya obra más famosa, finalista del Goncourt en 1999, es La petición (Edaf, 2000), una trama intimista que aborda la relación entre un pintor renacentista y su sirvienta, desiste aquí de abarcar la totalidad. La escritora se detiene en la silla del jardín, penetra en la habitación en la que la enferma escribe largas cartas al hermano, la sigue en los paseos cuando Paul la visita de ciento en viento. La narradora se introduce en el atelier del muelle Bourbon, en el que Camille destrozaba sus propias obras, y la acompaña en el furgón que la secuestraría y conduciría al manicomio. Al final, le regala un vestido azul, que pudo existir, junto a esas sayas sin color que vestía ya de anciana.



Bajo una arquitectura siempre ambigua, y una escritura cuidada, con frases que ocupan una página, entre la pasión por Rodin y la fusión con el hermano indiferente, se desprenden chispazos de una belleza perturbadora. Michèle Desbordes sólo está comprometida con la mujer que espera al hermano, la solitaria que lee las cartas en las que él habla "de los inviernos y los bambús azules, y de todos los pinos que había sobre las tumbas, del mar en Tianjin...". Sólo eso vamos a saber en esta novela sobre Camille Claudel: la fusión con el hermano que la encerró en un manicomio y la dejó morir en el abandono.