Claudia Hernández. Foto: M. Hernández

Sexto Piso. Madrid, 2018. 271 páginas. 19,90 €

Claudia Hernández (San Salvador, 1975), autora de los libros de cuentos De fronteras y Causas naturales, ha firmado su primera incursión en la narrativa larga. Roza tumba quema tiene, de entrada, un título insólito al que parece que le faltan las comas, un ejemplo del extrañamiento del que hablaban los Formalistas rusos. Ese es su primer elemento sorprendente, previo, incluso, a la lectura.



El segundo tiene que ver con el contenido. Roza tumba quema es una novela femenina, aunque con este adjetivo el lector no debe esperar lo que tradicionalmente se consideraba como tal. No se trata de un texto de tema amoroso, ni de una obra de formación narrada por una voz de mujer en primera persona. Ni siquiera se cuenta en ella el ritmo interno de una protagonista femenina, "su realidad interior". Pero tampoco sería correcto decir que es una novela feminista porque, aunque habla de los conflictos de las mujeres, estos tienen un carácter menor y al texto le falta afán reivindicativo.



Roza tumba quema trata de varias mujeres pertenecientes a distintas generaciones en un tiempo y en un espacio significativos. La acción se desenvuelve durante una guerra civil a la que le sigue una larga y dolorosa posguerra, y tiene lugar en un país en vías de desarrollo. El personaje principal es una madre que ha vivido la guerrilla en primera persona y que ha tenido varias hijas de distintos padres. La obra cuenta su lucha sin cuartel por sacarlas adelante y por recuperar a la que le robaron cuando era un bebé para venderla en un país del primer mundo. Después de la angustia de la pérdida, de la pelea por saber lo que sucedió cuando se la arrebataron y del combate obstinado por conocer su paradero, la mujer, que también tiene que dejar organizada la vida de sus otras hijas, se empeña económicamente para hacer el largo viaje que la conduzca hacia ella. Pero cuando finalmente la encuentra, solo obtiene desprecio. La situación entre ellas es de absoluta incomunicación porque si la madre trata de expresarle sus afectos, la hija mantiene la idea de que fue abandonada. Sin descuidar esta línea de contenido, la madre regresa a su país y continúa (sola) con la educación de sus otras hijas, tratando de asimilar sus personalidades y de aceptar la enorme brecha generacional que la separa de ellas. Pero a pesar de que cada una es un mundo, se empeña por comprender sus necesidades emocionales en una región del planeta donde el cuerpo (y casi la vida) de la mujer puede ser violentado impunemente. Por eso las niñas son madres sin dejar de ser niñas y por eso a veces se hacen guerrilleras.



El tercer y último elemento sorprendente de Roza tumba quema tiene que ver con el modo de la narración. En toda la novela se utiliza el estilo indirecto (también el indirecto libre), que resulta clave para entender la dificultad de la comunicación abierta en un lugar (cualquiera) donde las mujeres han sido silenciadas durante demasiado tiempo. Bienvenidas sean las obras que hablan, aunque sea de forma indirecta, de mujeres.