Un viento raro
Enrique Álvarez
22 junio, 2018 02:00Enrique Álvarez. Foto: Archivo del autor
Enrique Álvarez (León, 1954) acomete en Un viento raro una incisiva indagación psicológica. Un texto inicial y otro final, ambos breves, sirven como marco del argumento: la desesperación extrema de una mujer. A partir de ahí, Menchu, joven periodista al servicio de un organismo oficial, cuenta el entramado de pasiones que explica esa situación.Una casualidad vincula a Menchu con un matrimonio vecino y, a la vez, con otra pareja, ambos con desavenencias o rupturas familiares. Se intuye una situación de triángulo amoroso, pero el autor elude el socorrido lugar común y se lanza a una exploración de los caracteres disímiles de los personajes que rodea de un conflicto de aspiraciones sentimentales, pulsiones de la carne, fundamentalismo religioso, egoísmos y engaños. Esta espiritualidad compulsiva y degradada se rodea de vicisitudes curiosas y se inserta en el paisaje urbano concreto de Santander, con leves pero eficaces excusiones paisajistas.
La construcción de una personalidad atormentada, la de la solitaria y arisca Menchu, es el objetivo logrado de Enrique Álvarez. En ella alcanza una plenitud de retrato interior al delinear con precisión un caso de indigencia sentimental y existencial que lleva a una exagerada autopunición. Está bien acompañado del perfil de otros personajes, entre quienes destaca la figura airada del padre de la chica. En suma, un conjunto de seres difícilmente sociables que dejan ver las costuras más vulnerables de la mente o del corazón, y ofrecen un retablo de dolencias del alma, unas leves, otras de suma gravedad.
Novela abiertamente psicologista, Un viento raro no necesita grandes vanguardismos formales. El relato sigue una marcha lineal, aunque discurre al ritmo zigzagueante de los enquistados vínculos entre los personajes. La deriva de esas relaciones ofrece un elemento de tensión que, sin llegar al suspense, supone un aliciente. Las sobrias pero no escasas referencias culturales (cine, música, novela y dispar poesía) agregan un complemento atractivo a las anécdotas. El estilo sencillo conviene a tal planteamiento genérico, aunque se echa en falta una mayor creatividad verbal, esperable por el oficio y vocación literaria de la narradora.
Interesante por sí misma la cruda anécdota de Un viento raro, tiene el valor de una sinécdoque: el retrato de un pequeño grupo representa lo complejo y conflictivo de todas las relaciones humanas.