Muriel Villanueva

Navona. Barcelona, 2018. 194 páginas, 20 €

Toda buena novela es una indagación sobre la identidad de su autor y, al mismo tiempo, una reflexión sobre el hecho de escribir. En esta nueva novela, su tercera, aunque la primera traducida al castellano, Muriel Villanueva (Valencia, 1974) hace ambas cosas, al tiempo que nos sirve una historia minimalista, de pocos personajes y poca acción, cimentada sobre potentes imágenes -que a menudo actúan como símbolos- y cargada de poesía. La novela obtuvo en 2017 el Premi de la Crítica dels Escriptors Valencians. A los pocos meses de su publicación en catalán se convirtió en un gran éxito, unánimemente celebrado por críticos y lectores. Algunos, como el escritor Andreu Martín, llegaron a preguntarse por qué no estaba traducida al castellano. De modo que la misma autora abordó la tarea, que Navona ha publicado en una edición hermosa y sobria como la misma historia.



Cuenta la autora en diversas entrevistas que La gatera surgió de una imagen -dos pisos simétricos- y que decidió plasmarla en forma de diario, lentamente, en un cuaderno. Decidió también valerse de sus múltiples recursos líricos para otorgar a la voz narrativa más profundidad y riqueza. Seguramente al principio no pasaba de ser un experimento. Resultó ser muy afortunado.



La protagonista de La gatera es una estudiante de Literatura que, por una carambola familiar acaba de heredar dos pisos iguales y encarados en una ciudad que podría ser cualquiera con universidad. Está sola, aunque pronto traba algo parecido a una amistad con Arnau, el nieto de una vecina, y con un estudiante maduro a quien alquila uno de los pisos. Un gato que se adueña del patio interior es el nexo de unión entre su soledad y el inquilino. El espacio que comparte entre ambos pisos se transforma en un símbolo y una reflexión. Pronto comprendemos que es de soledad, de pérdida y de búsqueda de compañía de lo que está hablando esta historia sencilla sólo en apariencia.



Uno de los mayores logros de la novela es la voz narrativa, de una naturalidad subyugante, próxima a la oralidad, pero también a lo doméstico y lo urbano. A pesar de su tendencia a la digresión y la reflexión, mantiene el ritmo. Es probable que el lector se pregunte por qué está tan atrapado en una historia tan simple. La respuesta también es simple: porque detrás de estas líneas hay una auténtica escritora, alguien que sabe bien lo que se hace, que arriesga y acierta. Una autora a quien convendrá seguir de cerca.