Antonio Soler. Foto: Universidad Internacional de Andalucía
La penúltima generación de novelistas españoles tiene en Antonio Soler (Málaga, 1956) uno de sus autores más importantes. Desde comienzos de los 90 ha cuajado una docena de obras narrativas, todas valiosas y algunas magníficas, que muestran una decidida voluntad de explorar los secretos de la vida. La anterior, Apóstoles y asesinos, es un completo fresco de la conflictividad social en la Cataluña de hace un siglo. El gran fenómeno sociológico de aquel año, Patria, de Aramburu, la eclipsó. Semejante potencia fabuladora se encuentra en Sur, uno de esos trabajos solo al alcance de un narrador muy bien dotado tanto en capacidad de observación e imaginería novelesca como en recursos formales.El comienzo de Sur puede hacernos temer que estamos ante otra novela criminal y de intriga. En él hallamos una situación impactante: un hombre moribundo y cubierto por miles de hormigas, Dioni, aparece en un descampado cercano a la ciudad. Pero se trata de una anécdota que forma parte de un panorama colectivo complejo. Soler procede como quien lanza puñados de realidad con los que golpea al lector y le trasmite una impresión descoyuntada, o al menos fragmentada, de ella. Ahí van surgiendo, por el momento inconexas, noticias dispersas de otros personajes y hechos variopintos. De la doctora Galán, médico en el hospital adonde trasladan a su marido Dioni; de un parado, el Atleta, a quien siempre se le estropea la moto; de un empresario, Céspedes, mujeriego e infiel con su legítima, receloso de los negocios que le propone un logrero tarambana, Rafi; de una mujer excéntrica, Belita, que regala a un cura dinero y joyas familiares.
Muchos más personajes forman un rompecabezas de vidas y concurren en un escenario compartido a lo largo de un día de agosto de 2016 bajo la asfixiante presencia del viento terral. No se cita por su nombre el lugar, pero las menciones del callejero y lugares públicos lo identifican con Málaga. Pronto, los actores de este teatro comunitario, tragedia y farsa, cuyos dramatis personae se muestran en un creativo censo final, se perciben como piezas de un nutrido puzle urbano. Las decenas de individuos que circulan por Sur le dan la dimensión de estampa abarcadora de la vida lugareña por su variedad social, económica y de caracteres.
Soler logra la representación global de la ciudad. Por ello suma lo real a lo imaginativo. Los letreros de tiendas y los anuncios proporcionan una impronta de verismo, en la estela de otra emblemática novela urbana del pasado siglo, Manhattan Transfer. Algunos pasajes tienen el alcance de crónica crítica de la crisis económica. Y como también lo cultural forma parte de la realidad junto a lo social, el autor añade elementos de esa clase. Así se recurre a una imagen de Luis Mateo Díez y la aprovecha para considerarlo "un magnífico escritor". Y así, también, se incorpora a sí mismo a la narración: Soler ("también llamado El Pajarito") protagoniza con otros dos amigos escritores, Garriga Vela y Taján, una burlesca escena en la que el "trío calavera" toma al asalto el carro de un afilador. De paso, el pasaje y otros apuntes añaden una veta humorística a una narración en su mayor parte muy dura.
Lo serio y grave, el distanciamiento irónico, la invención y el documento, el costumbrismo y la traza desrealizadora expresionista, el descenso a los fantasmas de la mente se conjugan en una representación de la totalidad del mundo. Sur aporta una completa galería de seres humanos donde reconocemos las múltiples pulsiones de nuestra condición. El objetivo final del autor no anda lejos de la barojiana lucha por la vida, aunque abierta a cualquier querencia y ambición y no ceñida solo a determinantes materiales. El sexo constituye un factor fundamental. A su lado, aparecen las ambigüedades emocionales. Y encontramos el engaño, la picaresca, la prostitución y múltiples encarnaciones de la ilusión en sus formas negativas más tajantes, el fracaso, las esperanzas frustradas y el futuro al albur de azares previsiblemente adversos.Sur
Sur presenta un vitalismo a ratos enfebrecido, un carpe diem un tanto desesperado. Los personajes se aferran a sus miserias y compensan el presente con la escapatoria de la droga. Pero el sentido global del libro no apunta a una reafirmación de lo que se posee, aunque sea precario, sino a una consideración desilusionante del mundo. El Atleta es una figura central del microcosmos humano. Se entrena como si le fuera en ello la vida pero corre sin meta, para no ir a ninguna parte. Ni trabaja ni hace esfuerzo alguno para encontrar ocupación. Todo lo fía en su dulce novia Lucía, empleada de un supermercado. Escribe un diario, germen de una vocación literaria con la que aspira a que le vean con respeto, "o al menos sin conmiseración ni desprecio". Bien poca cosa, pues.
Antonio Soler presenta ese racimo de vidas con un aparataje formal de impresionante riqueza. La prosa adopta múltiples registros, desde el coloquial hasta el monólogo que suprime signos de puntuación. El texto presenta variedad tipográfica, que incluye tuits con el diseño plástico de bocadillos, e ignora convenciones ortográficas. El anecdotario a veces cambia de situación de manera súbita. Otras se muestra en un relato clásico. El discurso irracional y la lucidez analítica, visionaria y poemática, se hace presente en el diario interpolado de El Atleta.
Aunque la pluralidad formal vanguardista de la narración llegue al límite mismo del virtuosismo, no pierde un gramo de fuerza comunicativa. El realismo de un plural retablo urbano habla con elocuencia impactante de desazones contemporáneas. La crónica poliédrica de la ciudad se convierte en una metáfora del mundo actual. Soler llena su libro de vida palpitante y recrea una "colmena" malacitana en cuyo enjambre de destinos comparecen las pasiones y descalabros que balizan la condición humana. Sur es una gran novela, dura y tierna, desencantada y moderadamente positiva; una completa imagen de la vida misma, con sus penas, muchas, y sus contentos, unos pocos.