Pablo Gutiérrez. Foto: Clea Martí

Seix Barral. Barcelona, 2018. 248 páginas. 18 €. Ebook: 12,99 €

La crisis económica que estalló con la quiebra de Lehman Brothers hace un decenio viene dejando fuerte huella en el cine, el teatro (ha alcanzado incluso a la zarzuela) y la literatura. Como un valor básico de la novela realista reside en evidenciar los vínculos entre el individuo y la sociedad, este género acoge la situación de los zarandeados por el capitalismo salvaje. Un ciudadano común, una chica de nombre corriente porque asume un papel generalizador, María, se rebela frente un mundo brutal y emprende contra él la quijotesca batalla insinuada en el título del nuevo libro de Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978), Cabezas cortadas. Tal confrontación sirve de hilo para enhebrar la trama argumen-tal de la novela.



Gutiérrez es uno de los más destacados narradores españoles de una tendencia última que ha asumido la función de denunciar la grave situación social presente. En su trayectoria se encadenan la historia de una joven pareja víctima del fariseísmo colectivo, Nada es crucial; el retrato duro de un parado, Democracia y la crónica de una especie de "fuenteovejuna" en un barrio suburbial, Los libros repentinos. Este perseverante itinerario lo lleva a su límite en Cabezas cortadas. Ahora cuenta la decisión de María de romper con su familia y con su patria ("malpaís"), marchar al extranjero e insertarse en la marginalidad (se instala en un barrio de emigración multicultural con predominio de musulmanes).



'Cabezas cortadas' posee excelentes pasajes que retratan con prosa directa y eficaz la injusticia del mundo

La determinación de María distingue a Pablo Gutiérrez como el más cualificado heredero de Juan Goytisolo: en ambos, la misma furia contra la clase social burguesa de origen, idéntica actitud antiespañola ("viejo país-cuadra", "país-páramo" ) y antioccidental, semejante belicosidad ante la desigualdad y la discriminación racial (si el escritor catalán enarbolaba un alfanje, el onubense pone a su personaje al frente de "una organización terrofeminista") e igual gusto por la transgresión sexual. Y en señaladísima coincidencia, los dos postulan la sustitución de la identidad cristiano-occidental por la del paria.



María deja constancia de su proceso interior en una libreta, un "cuaderno-pájaro-herido" que convierte en el único refugio seguro ante la hostilidad del mundo, una especie de habitación propia a lo Virginia Woolf (imagen tópica del propio autor), en la que, en realidad, leemos una novela de maduración. La niña, la adolescente, la veinteañera expone el doloroso aprendizaje de la vida que culmina con la mujer madura en un exilio voluntario y en su conversión en una "emigrante ridícula", determinada a acometer "la gran guerra contra el hombre blanco". La "chica-comadreja" pertenece a una "especie invasora", empeñada en defender a los de piel oscura (así se ve también ella misma), en denunciar la represión racial, en encabezar una causa general contra el capitalismo y en pregonar su fe revolucionaria.



La insurrección antisistema de María se enuncia con una continuada y abismal dureza. Una actitud terca marca su discurso, su "cantar del destierro", como lo llama con uno de los guiños literarios a los que tan aficionado es Gutiérrez. "Grita como una lunática", se siente "la perra blanca" del barrio "ciénaga" donde vive, reniega de la "filología y la filomierda", se declara misántropa, tarada y "puta interracial". La rabia que mueve a la chica explica su vehemencia autoimprecatoria, pero abusa de hipérboles hasta un extremo en que su actitud resulta poco creíble. Con menos énfasis, la dramática peripecia de la mujer ganaría en autenticidad.



Esta es una notable limitación de un relato que, en cambio, tiene una materia humana y social de primera categoría. Cabezas cortadas posee excelentes pasajes de prosa directa y eficaz donde se recrean numerosas situaciones que muestran de forma plástica la injusticia del mundo bárbaro en que vivimos, que presentan con veracidad emocionante el precio en forma de soledad que se paga por la determinación del ser libre y que apelan con rotundidad a la conciencia del lector.