María Sánchez. Foto: Archivo de la autora
"¿Quién alimenta a quién?", dice uno de los muchos versos emocionantes que nos entregó Cuaderno de campo (La Bella Varsovia) en 2017: casi todos descubrimos allí a María Sánchez (Córdoba, 1989), una voz clara que transporta la "literatura rural" a donde ya estaba "lo rural", esto es, al siglo XXI. En su debut, la vida familiar y sus herencias silenciosas se incardinaban en los ciclos animales o vegetales, y todo ello atravesaba el cuerpo de la autora como un injerto múltiple, generoso y deseoso, orgánico, hasta proyectarse como una forma de compromiso llamado a sostenerse en el tiempo.Veterinaria en activo y divulgadora de la cultura vinculada al campo (que es "cultura" sin adjetivos restrictivos), ahora Sánchez publica Tierra de mujeres, y con él se reafirma en ese compromiso, esta vez mediante un libro que transcurre a caballo entre el ensayo, el manifiesto y la memoria familiar, todo ello articulado con la ayuda de ciertos engranajes narrativos activados con precisión y, sobre todo, con esa intuición poética ya muy reconocible de su autora.
La primera parte defiende un feminismo y una literatura capaces de incorporar la realidad no urbana a sus discursos, lo cual implica entender sus ritmos, renunciar a cualquier atisbo de idealización o paternalismo, y comprender que "lo radical y lo realmente innovador sucede en nuestros márgenes. En nuestro medio rural. En nuestros pueblos. Lazos nuevos, tejidos que se crean, proyectos rompedores, ideas maravillosas, asociaciones, colectivos… y las que están detrás de todas estas iniciativas, en la mayoría de los casos, son mujeres". Todo lo cual, por cierto, no podría ser más cierto ni más estimulante. Estas páginas rebaten con convicción y elegancia el concepto de "España vacía", al que contraponen el de "España vaciada" y un mapeo de la intensa vida que se registra más allá de la ciudad.
La segunda parte tiene un tono muy distinto, y en ella Sánchez recupera las historias de tres mujeres que la precedieron: su bisabuela, su abuela, su madre. Son cuatro capítulos bellísimos, no menos políticos que los anteriores pero cerrando el plano en la intimidad para revelar la clave feminista definitiva de Tierra de mujeres: es necesario recuperar el espacio de esas mujeres del título, de nutrir la escritura con sus voces para que, en la voz de Sánchez, se las escuche más. Y aquí recupero ese verso que encabeza mi reseña: ¿quién alimenta a quién: quienes nos preceden o quienes retomamos su ejemplo, quienes escriben o quienes son escritas, quienes construyen la casa o quienes la habitan con agradecimiento…? "Crear un vínculo y cuidarlo" es la sentencia que, en la última página del libro, parece resumir la posición de la autora. Es hermoso y exacto, y podría reelaborarse así: alimentar y alimentarse.
Con sus dos primeros libros, María Sánchez se nos ha hecho imprescindible. Hay debates en torno al campo que están vivos ahora mismo en nuestro país, condicionando las dinámicas productivas o demográficas, las polémicas intelectuales y hasta la demoscopia. También la literatura pelea por encontrar la manera de reincorporar el medio rural sin que sea un exotismo o una naturaleza muerta. Creo que Sánchez es, hoy por hoy, quien mejor lo está logrando entre nosotros, y Tierra de mujeres irrumpe además con matices muy oportunos y enriquecedores a la práctica feminista. Si la honestidad o la lucidez crítica consistieran en dar cuenta de toda debilidad que presente un libro, relevante o no, tal vez me detendría a argumentar que la primera parte parece en ocasiones algo reiterativa, como alargada artificiosamente. Pero esto no tiene importancia, sólo son menudencias, escoria mineral que suele incrustarse a los metales preciosos. Este libro se propone varias cosas importantes, y las consigue, y nos emociona en la misma medida que ese Cuaderno de campo cuyo impacto sigue creciendo entre nosotros.A caballo entre el ensayo, el manifiesto y la memoria familiar,
Y bien, lo que se propone y logra Tierra de mujeres es, en primer lugar, ser un libro útil, en el sentido conferido por esta pregunta de Maria Gabriela Llansol que recupera María Sánchez: "¿Sobrevivir escribiendo será una manera ciega de ser útil a la especie?". Para lograr esa utilidad, la autora nos confiesa: "Sólo quiero ser una excusa para abrir la palabra y reconstruir el idioma, la mano que recoge semillas de un lado y las esparce en otro". Se agradecen el tono menor y la humildad que implica ese "sólo", pero en realidad se trata de un empeño ambicioso, nutricio, moderno y atávico. Se trata de un logro.
@Nadal_Suau