Eloy Tizón. Foto: Almudena Sánchez

Páginas de espuma. Madrid, 2019. 656 páginas. 24 €

"Literatura son ganas", dice Eloy Tizón en una de las más de seiscientas páginas que componen Herido leve. Y es verdad, pero admitamos que, partiendo de esas ganas, los caminos que recorre cada escritor, cada lector e incluso cada generación pueden experimentar variaciones notables. Este libro es un dossier particular que recoge las pruebas de que su autor ha vivido siempre sub specie literaria, una antología de sus numerosas intervenciones en periódicos, suplementos y prólogos como comentador, analista o divulgador de las obras de otros. El arco cronológico de los textos que Tizón ha incluido es muy extenso, desde sus primeras colaboraciones con veinticinco años hasta algún pequeño ensayo inédito, escrito ahora mismo. El resultado se acerca casi tanto al dietario o a unas memorias sin anécdota como a la crítica, sobre todo si echamos mano de esa muy citada y sin embargo vigente afirmación de Oscar Wilde según la cual "la crítica es la única forma válida de autobiografía". Pues no sé. Sí sé que Herido leve muestra a un lector coherente, siempre de guardia, entusiasta, que cuando escribe sobre aquello que lee "es amenísimo, se nota que nunca pierde de vista la cercanía con el lector, a quien se diría que está telepáticamente unido". Tizón dice esto de Mark Twain, yo lo digo de Tizón, y que siga pasando el testigo.



Literatura son ganas, sí, y a Italo Calvino le parecía que también estaba obligada a ser levedad para sobrevivir en el nuevo milenio. Tizón ha escogido un título que se pronuncia en voz baja, pero además, en el ensayo "Cráteres de Marte", insinúa su pertenencia a la tradición de quienes practican "una música leve" en su escritura. Es el texto más "importante" de todo el volumen, junto a los que dedica al oficio del cuento, y en él describe la creación y la lectura (indiscernibles ambas) como un proceso interminable de rastreo en territorios nuevos, bautizo de los accidentes encontrados, y vuelta a empezar (aquí recordé un poco a Juan Benet y La inspiración y el estilo).



La levedad, insisto, es la marca de modernidad que vertebra Herido leve, cuya estructura consiste en ocho partes organizadas por temática que, en conjunto, funcionan como esferas gravitando alrededor de un yo discreto. La descripción, aunque poco académica, tiene cierta voluntad de exactitud: quise decir que estamos ante un proyecto flexible, dúctil, sometido a una lógica global. Es un libro, no una recopilación.



'Herido leve' muestra a un lector siempre de guardia, entusiasta, que cuando escribe sobre lo que lee es amenísimo

Los autores que Tizón registra son los canónicos que conforman la gran tradición de la modernidad, a los que añade un puñado de nombres semiolvidados (Stig Dagerman, Alexander Lernet-Holenia, Lygia Fagundes Telles, Elisabeth Jolley, etc…). Es revelador prestar atención a las fechas de publicación de cada pieza, porque revelan cómo el lector llega a algunos autores antes (Modiano, al que celebra en 1991) o durante (Sebald) el estallido de su popularización, cómo debate con su propia contemporaneidad o cómo, en ocasiones, nos deja notas políticas o sociales que merecen ser escritas en 2019. Un ejemplo: en 1990, nos dice que "no está de más leer Sueños impúdicos cuando resurge la intolerancia y las constantes profanaciones de tumbas siguen sacando los colores a la cara salvaje de esta Europa negra de la risa (tétrica) y del olvido". ¡Pues correré a leer Sueños impúdicos, veintinueve años después! Por supuesto, nada de esto excluye la posibilidad de que el lector tope con discrepancias, pequeñas o colosales, ante las opiniones que disemina Herido leve. En mi caso, por ejemplo, me revuelvo varias veces en la silla con ganas de matizar o rebatir sus aproximaciones a algunos títulos de los últimos años. Naturalmente, cualquier asiduo de las reseñas sabe que esto último es un latigazo de euforia lectora, la alegría necesaria para que la conversación fluya.



Sospecho que muy pronto ya no podrán escribirse libros así. No me refiero a que vayan a desaparecer los lectores, ese tópico, sino a que nuestra relación con la literatura está cambiando, sometida al stress-test de las redes sociales, la sobreestimulación, la ironía, el peso de lo generacional frente al de la tradición, el colapso de lo sentimental. Herido leve es un testimonio.



@Nadal_Suau