Sergio Chejfec. Foto: Alejandro Guyot
Nada en la literatura de Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956) parece definitivo, o tal vez sea mejor decir que todo es definitivo sólo por un instante, como las apariciones espectrales o los relieves de la orografía. Sin ir más lejos, el título de su último libro publicado en España, 5, fue distinto en otro tiempo: cuando apareció por primera vez, en 1995, lo hizo con el marbete Cinco, que definitivamente no es lo mismo aunque lo parezca.Ese libro original era una narración, inasible como todas las del argentino, que ahora reaparece como ‘Cinco', primera parte del volumen que tenemos entre manos; la segunda parte es una larga ‘Nota' que regresa a las condiciones en las que fue escrito el texto precedente, durante una estancia en la residencia para escritores de una ciudad "abstracta", industrial pero de ritmo provinciano, atravesada por el viento y definida por los astilleros de su estuarios (nadie escribe los espacios urbanos en lengua castellana como Chejfec, nadie como él logra recuperar el paseo de las garras del cliché para devolverlo a la literatura). El resultado es un conjunto desconcertante en el que territorio, memoria y sueño convergen en una forma de realismo indeterminado. 5 nos lleva de la mano por calles que parecen tomar forma a medida que son recorridas, nos presenta a personajes cuya "coreografía" queda descrita con precisión cinematográfica, y reincide en la idea de escritura que caracteriza cada nuevo libro del autor: una forma de topografía, la conversión del texto en mapa. Pero eso sí, teniendo en cuenta que ese mapa aspira a "refutar" el territorio, y que en las escasas ciento ochenta páginas de 5 aparece en dos significativas ocasiones el adjetivo "insondable". Como dije, tampoco los mapas son definitivos en la narrativa de Chejfec.
Si todo esto les sugiere una literatura exigente, es una impresión exacta. La anécdota en estas páginas, aunque existe, no permite hilvanar una sinopsis tradicional: digamos que 5 es la historia de una voz que devanea por una población desconocida, por algunos recuerdos propios o inventados (por ejemplo, se menciona la muerte del padre en una reyerta muy novelística), y hasta por la superficie de los textos que escribió en el pasado. Chejfec dice muchas cosas sobre muchas cosas, y el diseño excepcional que Jekyll & Jill pone a su servicio le ayuda a decirlas (sólo un detalle maravilloso: la diferente calidad del papel en el que están impresos ‘Cinco' y ‘Nota'), pero es inevitable concluir que cada apunte, pasaje o inflexión de la trama apuntalan una reflexión constante sobre la escritura.Ningún escritor en lengua castellana logra como Chejfec recuperar el paseo de las garras del cliché y devolverlo a la literatura
Sin embargo, esa escritura no sucede en el vacío, sino que está enmarcada por un conjunto de circunstancias externas que conforman lo que podríamos llamar el "estatus" del escritor. Ese marco es también escrutado en este libro, puesto que el programa de residencia que organiza la ciudad convierte al autor en una figura socialmente reconocible, productiva: es una fuente de prestigio y capital simbólico para la localidad.
A cambio de su estancia, además, tiene que someterse a una serie de rigores: escribir una obra que aluda al lugar, recibir un trato protocolario preestablecido o, en los casos más exitosos, quedarse a vivir allí tras mimetizarse con el entorno. El peligro de la jerarquía o la institucionalización acechando a la naturaleza abierta de la literatura. Pero Chejfec no dice esto, sólo lo narra, recordándonos que el acto narrativo va mucho más allá de una estructura señalizada de acciones y personajes dirigiéndose a una conclusión. 5 es electricidad sin prisas.
@Nadal_Suau