Antonio J. Rodríguez. Foto: Luna Miguel

Random House. Barcelona, 2019. 272 páginas. 18,90 €. Ebook: 10,99 €

La abundante literatura testimonial florecida a raíz de la crisis ha tocado muchas teclas de este doloroso fenómeno (precariado, desahucios...), pero ha concedido poca atención a la política en sí misma. Solo se ha centrado en ella, que yo sepa, la denuncia de Juan Tallón en su burlesco retrato del "salvaje oeste" donde se dan cita obscenos intereses partidistas. Frente a esa laguna, Antonio J. Rodríguez (Oviedo, 1987) pone el foco en la política con el interés tan exclusivo que señala el sucinto título del libro, Candidato.



De un candidato -de dos, en realidad- a unas elecciones generales trata, en efecto, la novela. El liberal Partido de la Democracia afronta una consulta popular bajo el liderazgo del eurodiputado Eduardo González, quien convierte en su mano derecha al intelectual Simón Soria. Ambos protagonizan el libro, pero Soria se lleva la parte del león por enredos que no desvelo para no perjudicar el disfrute de una sabrosa trama.



Candidato aglutina un vasto censo de las malas prácticas. Constata los innumerables vicios de las organizaciones políticas y de sus representantes. No merece la pena detallarlos por sabidos: al leitmotiv de la ambición enfermiza acompañan oportunismo ideológico, mentiras, corruptelas... El retrato global resulta tremendo porque afecta a las instituciones y a los individuos que las dirigen. Así, cabe la tentación de interpretar el alegato como una impugnación del sistema representativo. Aunque el autor no vaya en esta dirección, en el libro los ciudadanos quedamos como víctimas de un fraude absoluto. Demoledor: terminamos votando a un impresentable.



El riesgo de afrontar una materia delicada con valentía y de decir verdades sin miedo quedan aquí por encima de la valía artística

Cualquiera que sea la consecuencia que el lector saque, debe advertirse la capacidad de observación del autor acerca del mundillo ensimismado que recrea. Escrito el libro con anterioridad a esta interminable campaña electoral, la novela reproduce en detalle cosas que estamos viendo. La vida, en Candidato, copia al arte. Por ello estamos ante una obra de máxima actualidad, si bien el repertorio de malas artes se proyecta sobre el tiempo entero de la democracia liberal.



En Candidato se imponen su fuerza testimonial y el documento incisivo, pero la literatura no es solo contenido. Desde esta perspectiva no resulta una obra satisfactoria. La relación sentimental de Soria con una cineasta palestina es pegadiza y el desmelene erótico del pasaje titulado "La sextape", una concesión gratuita. La complejidad mental de ambos candidatos carece de suficiente credibilidad porque padecen un esquematismo caricatural no buscado. Y, sobre todo, A. J. Rodríguez utiliza una prosa plana más propia de un informe burocrático que de una escritura creativa. Por prisas o por descuido, incurre en notorias impropiedades léxicas subsanables sin mucho esfuerzo. El riesgo de afrontar una materia delicada con valentía y el mérito de decir verdades sin miedo a las cautelas de lo correcto quedan por encima de la valía artística.