Sònia Hernández. Foto: Acantilado

Acantilado. Barcelona, 2019. 176 páginas. 16 €. Ebook: 10,99 €

No se debe acceder a este libro pretendiendo hallar una novela al uso. No busca ser coherente, instructiva ni fácil de seguir; no hay una trama definida ni la acción es tal ni persigue un sentido único para la narración. Hay, deben saberlo, un discurso largo e ininterrumpido donde residen voces diferentes que parecen hablar de intereses distintos, porque no quieren hablar de lo mismo, aunque entre todos consigan una historia que a todos concierne. Es la de quienes nacieron con la democracia y la Constitución, con la lección aprendida del derecho a ser lo que se les antojara, y sin haberlo sido. Y ya no son tan jóvenes. Pero no quieren tratar ese tema, ni referirse a traiciones, mentiras, engaños o decepciones. Es el deseo de hablar callando lo que intuye el lector tras ese silencio habitado, precisamente, por lo que no se nombra, como intuye que en las palabras silenciadas está el sentido de lo que no dicen. Inadaptación, desorientación, insatisfacción, extrañeza.



He aquí un relato fascinante, lleno de sensibilidad, de pulsiones de creatividad, de enigmas y dudas

Hay una voz teatral que, en primera persona, conduce el discurso en el que las demás voces están instaladas, remite a unas y otras a través de sus nombres, y va componiendo un relato coral inclasificable, como una fábula para adultos en la que parece que entre todos quisieran contar la historia de todas las historias que están contenidas en ella. Javier quiere denunciar a sus padres y al sistema educativo porque no le educaron para todo lo que le esperaba. Malva fue una actriz de éxito en una serie de televisión, hace ya muchos años, hasta que enfermó de miedo o de pánico. Ahora trabaja de camarera, pero sus amigos le dan vueltas a escenas de lo que podría ser una obra teatral para su regreso a los escenarios. Creen que la tendrán en dos años pero el tiempo pasa y nadie se ha puesto a ello. Sergio es el único que no ha tenido hijos, el único que no se resigna, que quiere hacer algo grande. Vassily es artista y les propone una performance para dar forma artística al proceso que pretende iniciar Javier, que él entiende como una representación de la gestión de la frustración. Noe era Noelia, el único que se enfrentó sin miedo a sus contradicciones. Como en una obra de Samuel Beckett todos buscan su lugar, su sentido. Esperan. Se mueven en un único acto en el que cada voz actúa como un espacio en el que suceden cosas, como una autobiografía. Todas forman parte de la construcción de la vida.



En realidad este discurso fascinante, lleno de sensibilidad y pulsiones de creatividad, de enigmas y dudas, de referencias a los clásicos y a interesantes nombres del arte y la poesía actual (Lúa Coderch, Anne Carson, Adrianna Wallis) es obra de Sònia Hernández (Tarrasa, 1976), autora de libros de poesía y narrativa, y ahora de un discurso testimonial, nada convencional, y tan cargado de connotaciones que no debería pasar inadvertido. Porque es capaz de hablar callando sobre el lugar de cada uno, y eso seduce, confunde y atrapa.