Fernando Méndez-Leite (Madrid, 1944) es una polifacética persona del mundo del cine. Tiene una cuajada trayectoria como crítico, realizador, director, profesor, estudioso, divulgador y responsable de cargos institucionales. Conviene recordar aquí, además, su labor de director de la serie televisiva La Regenta. No faltaba en su experiencia, por tanto, la cercanía a la narración, que, sin embargo, no había cultivado de forma autónoma hasta la fecha. Lo hace ahora en Fracaso sentimental en la calle 50.
Estamos ante una larga novela de corte tradicional en la que alguien orgulloso de su resonante nombre, Pedro Liniers Serrano de Osma, catedrático jubilado de literatura de la Complutense, cuenta su vida. Al cumplir los sesenta años en 2004 redacta en primera persona un “informe” que abarca su existencia desde la infancia. Con él aclara una primera y rotunda confesión: afirma sin temor a equivocarse que le va bien en la vida. Este caso literariamente raro –la literatura prefiere los insatisfechos y fracasados– justifica su testimonio, el cual se atiene al clásico modelo de la novela de aprendizaje y maduración.
El núcleo temático del “informe” gira en torno a las pulsiones sentimentales de Pedro y se extiende con detalle en sus matrimonios y amores. A la larga, resulta que no le va tan bien como alardea. En el recorrido amoroso ocupa gran espacio un viaje a Nueva York para dar unas conferencias que propicia la compleja relación con otra mujer, su intérprete al inglés.
Construye así Méndez-Leite un intenso relato de pulsiones emocionales atento a detalles psicológicos. Tal incursión en los señuelos del corazón proporciona un núcleo novelesco suficiente, pero el autor no se contenta con ello y lo desborda con amplitud.
El relato pone en pie de igualdad este tema con otro copioso material de signo distinto. La historia de amores y desamores se acompaña de una crónica amplia de España desde mediados los años 60. Aquí se percibe una base memorialística. Ignoro cuánto pueda haber de autobiografía del propio Fernando Méndez-Leite, pero si no existe en las anécdotas, sí refleja las vivencias de un tiempo concreto y de una clase social acomodada. Con tal valor casi reporteril funcionan la educación escolar en el selecto colegio madrileño del Pilar, la formación universitaria, la desavenencia con el franquismo o el currículum profesional.
De esa felicidad de novelista compulsivo sale un libro que evoca una interesante estampa de época
No se trata de un material complementario de la historia amorosa del protagonista sino de una sustancia. Se advierte en el puntillismo con que se indican calles y locales madrileños o en la mención de numerosos personajes reales. Y, de acuerdo con el sello culto del argumento, en las abundantísimas y precisas referencias al cine y a la literatura, de intención documental.
Tanto la historia de Pedro y sus mujeres como estos otros componentes dan lugar a varias novelas independientes, a relatos sueltos y pegadizos de los que repudiaba Cervantes. Se nota que Méndez-Leite disfruta escribiéndolos y creo que no le importa mucho que perjudiquen al núcleo central del libro. Es, dicho en broma, como si llegado a su edad avanzada, se hubiera lanzado a recuperar el tiempo perdido y a darse el gusto de escribir lo que antes no hizo.
De esa felicidad de novelista compulsivo sale un libro que aborda con técnica de antaño un asunto de siempre, el amor, cuenta anécdotas curiosas y evoca una interesante estampa de época. Todo ello se sostiene en un acierto formal, la voz de un narrador desenfadado que habla sin enfatizar ni reveses ni tristezas y que presenta las peripecias con un atractivo tono de rutinaria normalidad.