'Fuego en la garganta', finalista del Premio Planeta: adolescencia milenial y la herida del abandono
- Beatriz Serrano, autora de 'El descontento', presenta una historia más ambiciosa y más compleja desde el punto de vista temático y argumental.
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Con El descontento, un enunciado desnudo y directo al frente de una peripecia hilarante y mordaz sobre el mundo laboral que hoy acoge a los millennials, debutó Beatriz Serrano (Madrid, 1989) en 2023.
Periodista entrenada en lidiar con una realidad que en tantas situaciones supera la ficción, estrenaba así un estilo narrativo propio al que no le faltaron elogios. Sus mejores aliados fueron entonces la proyección de una mirada humorística sobre asuntos actuales de gravedad incuestionable, y el tono desenfadado y ácido que envolvía el relato.
La segunda novela (finalista del Premio Planeta 2024) viene bajo un título más elaborado (Fuego en la garganta) y le mueve la intención de fabular sobre otra clase de asuntos, reconocibles todos ellos, tomados también de la vida real y enfocados desde un punto de vista que oscila entre la severidad que requieren y el desenfado que funcionó en la primera novela.
Fuego en la garganta es, pues, otra historia, más ambiciosa en su composición y más compleja desde el punto de vista temático y argumental. La trama, ambientada en un barrio de Valencia, entre los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI (lo que justifica el impacto inicial de Internet en todas las casas) aborda en realidad dos procesos paralelos difíciles de congeniar.
De un lado, el relato de los motivos de una “madre” (ese es el nombre que la identifica) para abandonar su casa y desaparecer de la vida de su hija cuando esta tenía nueve años. Del otro, los hechos y emociones que desencadena en la vida de Blanca el silencio que rodea esta ausencia: una infancia solitaria, la falta de explicaciones, la obligada adaptación a un nuevo ámbito familiar, la necesidad de respuestas durante todos los años que configuran el final de su niñez y su adolescencia y la posibilidad de asomarse a foros y redes y crear, así, un tejido social personal y secreto.
Esta doble trama, en torno a la que van surgiendo numerosos personajes secundarios que se van poniendo al servicio de sus intenciones, tiene a su favor el tono de la voz narradora omnisciente, que la hace amable, cercana y entretenida. Voz cedida a la madre en el capítulo central del libro (el más logrado como discurso narrativo) que, a través del recurso del diario, nos permite asistir a una suerte de monólogo, expresivo y veraz, sobre las convulsiones emocionales desatadas en su relación con el padre de Blanca.
Aquí hay verdad en las secuelas de situaciones no deseadas: angustia, soledad, necesidad de libertad
Así, si la novela de su hija es, en cierto modo, un relato de iniciación a la vida que subraya el significado mayúsculo de cada fase de su universo emocional (asunto esencial de esta historia), la de la madre nos permite conocer las razones de una mujer que siente su vida “rota y hundida”. Este enfoque es lo más logrado de una novela cuyo arranque engancha de inmediato y cuenta con el cierre que merece.
Pero debilitan su entramado algunos excesos que, si bien contribuyen al objetivo de un relato dinámico, cuajado de giros, sorpresas y situaciones que rozan lo inverosímil, también determinan un conjunto disperso y de irregular construcción. Demasiados cabos de los que tirar, quizá.
Objeción que no cabe hacerle a la cuota de realidad y de verdad que en ella se cuenta. Hay verdad en las consecuencias de la garra tecnológica en los jóvenes; hay verdad en las secuelas humanas de situaciones no deseadas: angustia, soledad, necesidad de libertad personal, miedo.
Hay mucha realidad que a nadie le será ajena porque trata de lo que sugiere la metáfora contenida en el título, de la rabia que se agarra a la garganta y actúa como “fuego” que impulsa a buscar otros canales que den salida al nudo de emociones encerradas en ella.