Pregunta: ¿Es consciente, por decirlo con palabras de Gonzalo Suárez, del apasionante mal rato que hace pasar al lector con Todo Barrio?
Respuesta: Sí, pero como todo buen relato tiene como finalidad emocionar, y lo que intento contar son las historias que sufrí, me parece bien estremecer al lector. Jamás he sido otra cosa que eso, un francotirador, un contador de historias, un charlatán.
P: Publicó esta serie en El Papus, legendaria revista que le convirtió en el cronista gráfico de la Transición. ¿Qué fue lo mejor de esa época?
R: Lo mejor fue que ese ascensor hipotético en que viaja España estaba subiendo, mientras que ahora, que estamos más arriba, va bajando. Entonces estaba todo por hacer...
P: Así que lo peor fue...
R: La desmemoria; es como si no hubiese pasado nada. La gente está amorrada al televisor, al fútbol, al programa basura y no piensa. En realidad nunca hemos reflexionado mucho...
P: ¿Quién o qué le ha decepcionado más?
R: Eso, ver que la democracia que tanto nos importaba y por la que tanto habíamos luchado no se ha convertido en un plato fuerte sino en un aperitivo que sabe a poco. Permanecen las mismas o parecidas corrupciones, y la gente sigue pendiente de lo menos importante.
P: De esa época que retrata en Todo barrio ¿recuerda con nostalgia, las tardes de Radio y Gila, los tebeos de segunda mano, los amigos...?
R: La verdad es que de la posguerra no recuerdo con nostalgia nada, porque mi infancia fue muy feíta en lo personal y en general. Sólo añoro a mi madre...
P: ¿Se imagina la posguerra sin tebeos?
R: No, los tebeos, que eran muy humildes, suponían un soplo de aire fresco en un país que se asfixiaba de miedo y miseria.
P: ¿Sabe si sus álbumes llegan a los lectores más jóvenes, esos que ignoran quién era Franco o que hubo una guerra?
R: Sí, aunque no es forzosamente malo que la gente más joven no sepa quién fue Franco, más bien es de agradecer. Mis trabajos, que tampoco tienen tiradas millonarias, llegan a todo el mundo.
P: Cada vez quedan menos testigos de la posguerra inmediata... ¿son sus viñetas la mejor memoria histórica?
R: Bueno, al menos es una manera de narrarla. Si los que vivimos los horrores de la posguerra no la contamos, pronto no habrá nadie para recordar. Y quienes hemos tenido que estar callados 40 años tenemos el derecho y la obligación de contar lo que queramos y como queramos. Porque lo que no se cuenta parece que no sucedió.
P: ¿Se reconoce en algún joven creador?
R: No, ni me preocupa. He aportado nuevas tendencias, y he hecho lo que he sabido y podido. Si he influido a a alguien, pues qué bien, no se me ocurre mejor peaje para alguien que, como yo, ha aprendido de tantos maestros.
P: ¿A qué se debe la crisis del llamado Noveno Arte en España?
R: A que hoy no hay editores, y los que sobreviven no tienen ambiciones ni dinero para abordar ninguna operación editorial de envergadura. Cada vez las tiradas son más pequeñitas, los álbumes se venden en tiendas clandestinas, casi catacumbas, y hay menos lectores. Faltan editores para reinventar una industria que hoy está muerta...
P: Hace poco, en una entrevista en nuestra web, aseguraba que los salones del cómic que tanto han proliferado en España sólo servían “para que las niñas se vistieran de manga”...
R: Sí, cada vez son más frívolos y tienen menos que ver con la profesión. En España hay más Salones del Cómic que publicaciones: no hay pueblecito que no tenga su salón, pero no me interesan... Procuro no ir a ninguno.
P: Desde hace años se habla de la versión cinematográfica de Paracuellos...
R: Si, siempre hay un proyecto para hacer la película pero, aunque ahora el proyecto parece serio, no se sabe quién va a ser el director y todo está en el aire.
P: ¿No le tienta retratar los últimos años socialistas, las revueltas árabes, o el 15-m?
R: Claro que sí, sería muy bonito poder dibujar y opinar, pero no tengo dónde hacerlo... Ni yo ni nadie. Son malos tiempos porque la Prensa prescinde cada vez más de las historietas. Hoy ser dibujante tiene poco futuro.