Sabrina de Nick Drnaso

Traducción de Carlos Mayor Salamandra. Barcelona, 2019. 204 páginas. 24 €

Sabíamos del interés que alberga el trabajo de Nick Drnaso (Palos Hills, Illinois,1989) por la publicación en la editorial Fulgencio Pimentel, hace tres años, de su primera novela gráfica, Beverly, que le supuso el premio de Los Angeles Times a la mejor obra de su género. Un trabajo iniciático en el que ya estaban muchas de las claves de su estilo: un minimalismo extremo, con algunos lejanos ecos de la más radical línea clara francobelga; una hipnótica puesta en página, que a mí personalmente me parecía que a ratos predeterminaba en exceso el contenido; un no menos estudiado cálculo de la paleta cromática; un control emocional de las situaciones; y, en cuanto a la temática, un profundo interés por el aislamiento de los sujetos en una sociedad enferma. Un ejercicio, en suma, con muchos puntos de interés, pero que, y esto es algo de lo que siempre me quejo, fue encumbrado rápidamente por algunos como un nuevo summum del cómic contemporáneo.



De modo que para nada me ha sorprendido que esta vez, con Sabrina, su segunda y sugerente propuesta, se suscitara, nada más aparecer, la reclamación a situarla en uno de los más elevados puestos del canon de la historieta de todos los tiempos, a lo que contribuyó sin duda el que el año pasado fuese candidata al Man Booker Prize, un hecho insólito hasta la fecha para un cómic y que generó no pocas controversias.



En pocos meses, se ha hablado de esta obra como la mejor novela gráfica de la historia, o incluso como la gran novela americana, ese Santo Grial que busca la crítica especializada desde hace años, haciendo y deshaciendo quinielas. Unas calificaciones que ponen de antemano a cualquier reseña que no quiera sumarse a estos excesos contra las cuerdas.



La historia que Drnaso teje sabiamente con el pretexto de la desaparición de una muchacha de 27 años, Sabrina Gallo, cuenta con muchos alicientes para ser apreciada. No es el menor el retrato oblicuo que el historietista vuelve a hacer de una comunidad en la que los individuos viven (empezando por la hermana de Sabrina, el novio de la misma y un amigo de éste) con la asunción de su insignificancia para comprender el mundo que les ha tocado vivir y les aplasta. Una impresión agudizada por el modo en que los medios de comunicación y las redes sociales se comportan con los hechos, hasta convertirnos a todos en meros títeres de un poder omnímodo y descontrolado, que, especialmente a raíz de los sucesos del 11 de septiembre, parece regir como un perfecto Leviatán nuestros destinos.



El enigma sobre la suerte de Sabrina, alimentado a partir de un momento dado por la profusión de una serie de falsas narrativas sobre su suerte, que no hacen sino atormentar a los seres más próximos a la joven, es la constatación de un tiempo abonado para la paranoia sobre las conspiraciones y para aislar aún más en su dolor a esos personajes de trazo esquemático que Drnaso encierra en unas viñetas en las que nunca hace acto de presencia el diálogo (cada uno de los personajes dice su frase o su parte de la frase entre esos márgenes) y donde a ratos predomina el ruido exterior y a ratos el silencio más lacerante.



La soledad y la desinformación extremas campean a sus anchas por unas páginas en las que apenas tiene cabida el dramatismo explícito y donde lo único a compartir entre unos y otros pareciera ser el aislamiento y la trivialidad de sus existencias. No hay soluciones simples ni explicaciones satisfactorias para sobrellevar tanta amargura. Pero de ahí a concluir que este libro es el que mejor explica nuestro presente, tal y como lo presumen algunos, media un abismo.



Permítanme, por tanto, que junto a mi lógica recomendación de la lectura de Sabrina, muestre un solitario escepticismo ante unas estridencias que se me antojan exógenas al propio juicio del joven Nick Drnaso.