Los defensores de la importancia de las librerías y de las bibliotecas las definen a menudo como faros capaces de alumbrar y dinamizar el panorama cultural del lugar en el que se encuentran, estableciendo diálogos entre los libros, sus autores y los lectores. El escritor Jorge Carrión (Tarragona, 1976) y el dibujante de cómic Javier Olivares (Madrid, 1964) se han asociado por segunda vez —después de Shakespeare & Cervantes (Nórdica)— para contar dos ejemplos históricos perfectos de esa labor. Su nuevo proyecto conjunto, Warburg & Beach (Salamandra Graphic), cuenta en paralelo, con un formato de acordeón que se lee por ambas caras, las historias de Aby Warburg, creador de la biblioteca que lleva su nombre y del Atlas Mnemosyne, y de Sylvia Beach, la fundadora de la célebre librería Shakespeare & Company de París. Como dicen sus autores, “dos proyectos intelectuales que hoy día forman parte de la mitología cultural de la modernidad”.
Aby Warburg, una mente con forma de biblioteca
Aby Warburg (Hamburgo, 1866-1929) era primogénito de un banquero judío. Con solo 13 años, le cedió a su hermano menor su futuro puesto como heredero de los negocios familiares. A cambio simplemente pedía que le comprase todos los libros que fuera a necesitar durante el resto de su vida. Y así fue.
Warburg se definía como “judío de sangre, hamburgués de corazón y florentino de espíritu”. A medida que sus estudios y sus viajes iban aumentando su cultura y su afán por adquirir nuevos conocimientos, su biblioteca iba creciendo. Esta era una especie de laberinto que reflejaba la mente de su creador: en lugar de estar ordenada con los criterios habituales —materias y orden alfabético—, se regía por la “ley del buen vecino” en función de la cercanía de los contenidos de los libros. En 1911 ya constaba de 15.000 volúmenes y en 1914 la abrió a investigadores y ofreció becas. Warburg ideó también el Atlas Mnemosyne, una serie de paneles en los que recopiló miles de imágenes con las que pretendía demostrar las relaciones entre ellas a lo largo de la historia del arte.
Warburg murió en 1929 y tras el ascenso de Hitler al poder en 1933, sus nuevos responsables decidieron trasladar a Londres la biblioteca por miedo a una más que probable destrucción por parte de los nazis. Para entonces ya constaba de 60.000 volúmenes, además de láminas y otros archivos. Hoy continúa en la capital británica, actualmente tiene 360.000 libros y sigue albergando un centro de estudios culturales.
Sylvia Beach y Adrianne Monnier, dos libreras hermanadas
La estadounidense Sylvia Beach (Baltimore, Maryland, 1887-París, 1962) se instaló en la capital francesa con 30 años y abrió la librería Shakespeare and Company, que rápidamente se convirtió en punto de reunión de los escritores e intelectuales anglosajones de la época, como Man Ray, Ezra Pound, Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald o Gertrude Stein, pero también de autores franceses como Paul Valéry y André Gide. Además, Beach se convirtió en la primera editora del Ulises de James Joyce.
Beach encontró a su alma gemela en la figura de Adrianne Monnier, la primera librera de Francia con negocio propio, La Maison des Livres. En 1921 Beach trasladó Shakespeare and Company a la misma calle que aquella, la rue de l’Odéon. La Shakespeare and Company de hoy, situada en la rue de la Bûcherie y que congrega todos los días a cientos de turistas, no es la librería original, sino una que fundó el estadounidense George Whitman en 1951, que adoptó el mismo nombre tras su desaparición y que también fue lugar de alojamiento, en el piso superior, de escritores conocidos, en especial de los beats Allen Ginsberg y William Burroughs.
Otro punto en común entre la biblioteca Warburg y la librería Shakespeare and Company es que esta también estuvo en peligro por culpa de los nazis. Durante la ocupación de Francia, al parecer Beach se negó a venderle a un oficial nazi un ejemplar de Finnegans Wake de Joyce y este la amenazó con regresar para confiscarlo todo. Beach escondió todos los libros y clausuró la librería, aunque no se libró de pasar seis meses en el campo de concentración de Vittel.
La historia de Shakespeare and Company ya la contó Carrión en su ensayo Librerías. “Después de publicar aquel libro, me preguntaban mucho por qué solo hablaba de librerías y no de bibliotecas, y yo siempre respondía que sobre bibliotecas ya había muchos libros publicados, mientras que de librerías yo no había encontrado ninguno y había decidido escribirlo yo”, recuerda el escritor. “Pero con los viajes de presentación del libro en varios países del mundo, empecé a sistematizar mi interés por las bibliotecas, a visitar las grandes bibliotecas del mundo y a leer sobre ellas, y eso me llevó a redescubrir la figura de Aby Warburg”.
“Lo que nos enseñó Warburg es que entre dos iconos, dos historias, dos imágenes, hay relaciones secretas. Y lo que nos enseñaron Sylvia Beach y Adrianne Monnier es que entre dos librerías podía haber una relación amorosa pero también cultural de unir dos esferas que en principio estaban separadas, como la literatura de vanguardia en francés y la literatura experimental en inglés”, continúa Carrión. “De modo que lo que hace una biblioteca o una librería es unir mundos que antes estaban separados. Y esa es también la filosofía de nuestro proyecto: pensar hasta qué punto la biblioteca de Warburg fue un proyecto intelectualmente tan potente como la librería de Sylvia Beach, porque ambos reformularon la relación de los lectores con los textos y las imágenes”.
Warburg & Beach se lleva gestando desde 2016 y ve la luz después de muchos correos, llamadas, reuniones y lecturas compartidas. No es el típico caso del guionista que escribe un guión y el dibujante lo plasma en imágenes. “Se ha ido organizando de una manera muy personal durante cuatro años”, explica Olivares. “En cuanto al formato, esta idea de panorama me parece interesante porque narrativamente es un reto y no condiciona el orden de lectura. En la parte de Beach he trabajado la idea de panorámica por la ciudad, recorriendo esas calles y esas fachadas de librerías, recreando los lugares por donde se movían todos esos escritores. Esta manera de contar me llevó a una tradición casi teatral, es como un friso, un escenario en el que los personajes se trasladan de un lado a otro. Y la parte de Warburg es mucho más libre. El planteamiento no tradicional de su biblioteca, sino a través de los ecos entre libros e imágenes me llevó a trabajar de la misma manera con la idea de collage, que es una forma muy libre pero también más peligrosa de trabajar, porque vas combinando elementos y no sabes cómo va a quedar la página hasta el último momento”.
Genealogía de mujeres fuertes e influyentes
El libro se completa con un prólogo protagonizado por Mary Wollstonecraft, pionera del feminismo a finales del siglo XVIII (y madre de Mary Shelley, la autora de Frankenstein) y por su editor, Joseph Johnson, que la apoyó en su carrera como escritora, traductora y crítica literaria; y un epílogo en el que aparecen la librera neoyorquina Frances Steloff, propietaria de Gotham Book Mart, el artista Marcel Duchamp y su pareja, Mary Reynolds, que colaboraba con la Resistencia francesa y consiguió escapar cruzando a España por los Pirineos.
“Después de involucrar a la editora Catalina Mejía en el proyecto, pensé en el tipo de relación que estábamos construyendo los tres: una editora, un escritor y un artista y dibujante de cómic. Eso me llevó a pensar en las relaciones entre lo masculino y lo femenino en el campo cultural y pensé que podría ampliar el artefacto”, explica Carrión. “La historia de Wollstonecraft con el señor Johnson era el prólogo perfecto y el inicio de una genealogía de la mujer fuerte que prescribe, que critica, que se convierte en agente cultural, y la historia de Steloff y Duchamp era la conclusión perfecta”.