El amor está cambiando, reubicándose, ¿desapareciendo? En la era del capitalismo tardío y del narcisismo extremo, cada vez nos cuesta más aceptar la irrupción del amor en nuestras vidas. Queremos controlarlo todo y enamorarse consiste precisamente en perder el control de nuestras emociones —por algo en inglés y francés se utiliza el verbo "caer" para hablar de enamoramiento: to fall in love, tomber amoureux—. Esta es la idea detonante de No siento nada, un divertidísimo cómic de la historietista sueca Liv Strömquist que edita Reservoir Books en el que une de manera magistral las dos herramientas habituales de su trabajo: un humor cáustico y una ingente y rigurosa documentación.
En este libro, la autora vierte las teorías de filósofos y sociólogos que han abordado el asunto del amor y el individualismo de nuestra época, como Eva Illouz, Slavoj Zizek o Byung-Chul Han, combinándolas con figuras y anécdotas de la cultura pop y de masas para desplegar su argumentación y poner ejemplos. Así, en sus páginas conviven personajes como Leonardo DiCaprio, Platón, Beyoncé, Los Pitufos, Hilda Doolittle, Kierkegaard o Lou Andreas-Salomé con relatos míticos como el de Teseo y Ariadna o Shiva y Parvati o anécdotas sacadas de las series Sexo en Nueva York y Girls o del reality Casados a primera vista (la versión sueca, claro).
“Creo que el tema del amor es algo que empieza a tomar más y más espacio en nuestras vidas. Antes conocías a alguien y te casabas para toda la vida. Ahora lo normal es pasar por varias relaciones y rupturas, no tenemos la necesidad económica de permanecer en pareja, así que pensamos más acerca de nuestras relaciones. ¿Cómo me siento? ¿Realmente amo a esta persona? ¿Es una buena relación? ¿Esta persona está enamorada de mí? ¿Me podría tratar mejor otra persona?”, plantea la autora.
Por otra parte, “en nuestro tiempo, lo que caracteriza al ser humano es el dominio de su entorno. Hacemos planes de futuro, tenemos objetivos y trazamos estrategias para alcanzarlos. Pero enamorarse es un evento inesperado que escapa a nuestro control, como la muerte. Desenamorarse tampoco se puede controlar, no puedo decidir seguir amando o dejar de amar a alguien. Por eso el amor se está volviendo algo cada vez más difícil para todos nosotros”, opina Strömquist.
La pareja como objeto de consumo
El caso de DiCaprio abre el libro. Al parecer, el actor lleva años encadenando relaciones breves con actrices y modelos veinteañeras de Victoria's Secret y Sports Illustrated —Bar Refaeli, Blake Lively, Erin Heatherton, Toni Garrn, Kelly Rohrbach, Ela Kawalec, Nina Agdal...—. ¿Qué le pasa a Leo? ¿Es incapaz de amar de verdad? ¿Ve a sus jóvenes novias como objetos intercambiables? "Leonardo DiCaprio es como una placa de cocina tibia que nunca acaba de hacer hervir el agua. Uno puede poner la mano encima de la placa sin quemarse", escribe la autora. "¡¡¡Y no pasa absolutamente nada!!! ¡¡¡No tiene nada de malo!!! Solo que, pues, no siente demasiado, no siente nada".
Strömquist usa el ejemplo del célebre actor para dar paso a las teorías del filósofo surcoreano Byung-CHul Han, que dice que hoy en día nuestro ego hiperinflado deja poco espacio al otro, de modo que este queda "degradadado a la condición de espejo del uno, al que confirma en su ego". Por tanto DiCaprio, al mirar a sus jóvenes parejas, se ve reflejado a sí mismo. Por eso son fácilmente sustituibles: no las considera personas únicas, algo que siempre ha sido la base del enamoramiento. "No tengo nada en contra de DiCaprio, le deseo toda la suerte del mundo y seguro que tiene una vida maravillosa", aclara la autora por videoconferencia. "Simplemente me parecía divertido usarlo como personaje, porque creo que todos empezamos a sentirnos un poco como él, es un ejemplo de la humanidad en su conjunto".
Illouz es una de las autoras más presentes en No siento nada. La socióloga israelí ha arrojado luz sobre cuestiones como la creciente racionalización de todas nuestras decisiones. En su libro Por qué duele el amor, Illouz dice que una forma de escoger pareja es con la ayuda de la intuición, pero este método está en retroceso en favor de las comparativas, las listas de pros y contras o las webs de contactos donde introducimos de antemano nuestro perfil y nuestras preferencias.
Otra teoría interesante de Illouz que Strömquist analiza en su libro es la que dice que hasta el siglo XIX, la masculinidad se manifestaba mediante “la capacidad para sentir y expresar emociones fuertes, hacer y cumplir promesas y comprometerse con otra persona”. En cambio, “la masculinidad moderna no se expresa mediante una demostración de los sentimientos, sino mediante una retención de estos”. A la inversa, las mujeres del XIX “eran más propensas que los varones a guardar reserva sobre sus propias emociones, mientras que hoy son más proclives a expresarlas”. Hoy “son las mujeres las que han tomado el rol de aquellas que tienen sentimientos profundos, hacen declaraciones de amor y quieren comprometerse, así como tener una familia”. Por lo tanto, “ahora son las mujeres quienes adoptan la función sociológica de tener y al mismo tiempo desear hijos”, mientras que, en buena medida, la masculinidad moderna se basa en el desapego emocional.
Por supuesto, no todas las mujeres ni los hombres de hoy se ajustan a estas definiciones de Illouz recogidas por Strömquist. De hecho, la historietista se pasa todo el libro pidiendo disculpas por generalizar. Lo hace tanto y con tantos signos de exclamación que parece hacerlo de forma irónica, sabiendo que hoy todo el mundo se ofende muy fácilmente. “Con el auge de las redes sociales, cualquiera puede expresar sus sentimientos acerca de tu trabajo. Como autor obtienes una enorme cantidad de feedback, no puedes tener en cuenta las opiniones de todo el mundo. Piensas: OK, déjame exponer mis argumentos, puedes discutirlos en tu club de lectura”, bromea la historietista.
Democratizando la sociología
Con su trabajo, Strömquist logra llevar los debates de la filosofía y la sociología a un público más amplio. “Mucha gente que no leería libros científicos sobre sociología puede captar estas ideas leyendo un cómic. Me gusta democratizar estas cuestiones, porque mucha gente en la universidad hace investigaciones muy interesantes que podrían dar lugar a debates populares sobre cosas que nos atañen a todos. Es una pena que no alcancen al conjunto de la población porque la gente no es estúpida, lo que pasa es que a menudo en el ámbito académico se usa un lenguaje muy complejo”.
En resumidas cuentas, la conclusión de Strömquist, después de haberse sumergido de lleno en el tema desde un punto de vista intelectual, es que “debemos aceptar las cosas que no son planeadas, que, de hecho, pueden ser buenas. La persona de la que no esperábamos enamorarnos puede cambiar nuestra vida y nuestra forma de pensar. Aceptemos el misterio inesperado de enamorarnos en vez de intentar controlar ese sentimiento”.