Lola Flores tenía caladísimo a Francisco Umbral: “Yo creo que en tu casa ere de una manera y cuando sales es como si t’hubiesen metío un bastón por la esparda”. Este le respondió: “Bueno, es que el mundo no se merece la verdad. Hay que salir con la mentira por delante a la calle”. La anécdota, ocurrida en 1993 en Sabor a Lolas, el programa de entrevistas que la folclórica tenía en Antena 3, refleja bien la personalidad del escritor. Nunca estuvo muy claro, al menos para el público y los lectores, dónde acababa la persona y dónde empezaba el personaje. Y también ha servido a Lorenzo Montatore para titular la original biografía en forma de tebeo que le ha dedicado: La mentira por delante, que edita Astiberri.

Reconoce el autor que el inicio de esta aventura “fue un ‘sujétame el cubata’ en toda regla”. Estaba preparando una falsa autobiografía (un proyecto ya de por sí bastante umbraliano) pero se había quedado atascado en el proceso. Se lo contó a una amiga y ella le sugirió que hiciera una biografía de Umbral, ya que era uno de los escritores favoritos del dibujante y, de hecho, ha deslizado frases suyas en obras anteriores como La muerte y Román Tesoro (De Havilland, 2016) y ¡Cuidado, que te asesinas! (La Cúpula, 2018). Él lo asumió como un reto y se puso manos a la obra.

Ese misterio de la dualidad persona-personaje que se da en Umbral (Madrid, 1932-2007) ya trataron de dilucidarlo Charlie Arnáiz y Alberto Ortega en su reciente documental Anatomía de un dandy (2020), título que a su vez tomaron prestado de la biografía que Umbral hizo de Larra y que, efectivamente, también valía para sí mismo. A Montatore, en cambio, no le interesa desmontar el personaje, sino presentarlo en toda su grandilocuencia, aunque haya también prospecciones en su lado más íntimo.

“Cuando Umbral escribía una biografía de Larra o de Valle-Inclán, retrataba a su Larra y a su Valle-Inclán”, afirma Montatore. Él ha hecho lo mismo: una biografía de su Umbral. “Lo que más me interesa de Umbral es su parte más literaria y poética, su estilo, esa forma suya de escribir, esa ametralladora de metáforas que era”. Por eso para construir La mentira por delante (que puede empezar a leer aquí) se ha basado principalmente en la propia obra de Umbral, en sus libros y en sus artículos, aunque también ha consultado las entrevistas que concedió y otras biografías, y ha contado con la colaboración de la Fundación Francisco Umbral para la comprobación de algunos datos. 

El relato de Montatore no es estrictamente cronológico. Se habla más de su infancia al principio y el libro termina con su muerte, sí, pero el libro tiene una estructura muy fragmentaria en la que los episodios biográficos se alternan con secuencias temáticas dedicadas a su dandismo, su fascinación por los políticos, su relación con el Café Gijón o su amistad con Delibes, Cela, Berlanga o Pitita Ridruejo. Todo ello salpicado de anécdotas y citas de Umbral, en su mayoría frases sentenciosas, lapidarias y boutades con las que le encantaba hacerse notar.

En las páginas de La mentira por delante vemos a Umbral sumergirse en la movida madrileña de las que tantas crónicas hizo; le vemos, por supuesto, diciéndole a Mercedes Milá “yo he venido a hablar de mi libro”; le vemos manteniendo conversaciones imaginarias con Larra, Valle-Inclán y Gómez de la Serna, y también consigo mismo en distintas edades. También aparece reflejado su famoso pique con Arturo Pérez-Reverte, a quien acusó de no tener estilo. Este se la devolvió diciendo que él lo único que tenía era el estilo, pero nada de fondo. “Son piques de escritores… Me pareció divertido incluirlo, pero no creo ni que Reverte esté carente de estilo ni que Umbral lo esté de asunto”, tercia Montatore quitándole hierro a la polémica.

El pique entre Pérez-Reverte y Umbral, convertido en gag por Montatore

La cara más íntima y vulnerable de Umbral salió a la luz a raíz de la mayor tragedia de su vida: la muerte de su hijo Pincho con tan solo seis años, un trance que volcó en su sobrecogedor libro Mortal y rosa. En el tebeo de Montatore también vemos este episodio y otros que el propio Umbral contó en sus artículos y en sus libros y que confirman ese lado más humano, como una larga secuencia muda y simbólica en la que Umbral atraviesa un jardín hasta encontrar a María España, su esposa, pilar de su vida con su amor y sus silencios. También en algunas secuencias en las que deja patente su amor por los gatos y los perros. “Tenemos esa imagen del personaje dandy y polémico, pero de repente descubres que detrás de todo eso hay una persona tierna, cariñosa y doliente”, opina el dibujante y guionista.

Entre La Codorniz y Bruguera

El estilo gráfico de Montatore es muy personal y a la vez se advierten diversas influencias que él mismo reconoce. En los cuerpos geométricamente simplificados vemos la huella de algunos miembros de la llamada “otra generación del 27” que fundó la revista La Codorniz, sobre todo de Tono y de Mihura. También hay trazas de la escuela de Bruguera, especialmente de Vázquez, así como de los dibujos animados clásicos de Hanna-Barbera o la United Productions of America (UPA).

Por otra parte, el diseño de los personajes reales, como el propio Umbral, Valle-Inclán, Larra, Sánchez Dragó, Cela o Pérez-Reverte bebe del mejor caricaturismo de prensa, y con unas pocas líneas son perfectamente reconocibles. “Para esto tuve a mi madre de cómplice. Ella es una mujer de cierta cultura y le iba enviando los dibujos sin decirle quiénes eran, para ver si los reconocía. Y casi todos los acertó a la primera”, relata el dibujante.

Entrevista inventada de Umbral con Valle-Inclán, con burla de Baroja incluida, a quien Umbral despreciaba

Todas las influencias mencionadas se mezclan además con otras del mundo del cómic y de la cultura popular, como el lisérgico Jim Woodring o los escenarios de los videojuegos de Mario, y con marcas de estilo propias como esas cabezas humanas con cuerpo de lombriz, e incluso cameos de otros personajes suyos como Centramina y Román Tesoro.

El apellido Montatore, por cierto, también es falso, como el de Umbral, que en realidad se llamaba Francisco Alejandro Pérez Martínez. El dibujante tomó su nombre artístico de una colección de tebeos italianos que encontró en un mercadillo. “Parecían películas de Pajares y Esteso pero en cómic”, recuerda. Comenzó como una broma entre amigos: “Me dijeron que Lorenzo Montatore sonaba bien, empecé a usarlo y al final me quedé con él”.

Un mercadillo marcó también el inicio de su devoción por la literatura de Umbral. Como tantos de su generación, solo había conocido de niño la faceta histriónica de Umbral en televisión, el “yo he venido a hablar de mi libro” y poco más, además del recuerdo de habérselo cruzado un día por la calle cuando era pequeño. Pero un amigo le había recomendado leerlo, atravesar el cliché del dandy ególatra y extravagante y sumergirse en la lectura de sus obras. Así que cuando encontró un ejemplar de segunda mano de Trilogía de Madrid, la compró y se enfrascó en su lectura. Así comenzó una fascinación que fue alimentándose con el tiempo y que finalmente ha dado sus frutos en forma de libro. Seguro que Umbral, si pudiera leerlo, se reafirmaría en aquella frase suya: “A los retratos tiene uno obligación de parecerse, y no el pintor de sacar el parecido”.

@FDQuijano