Cuando empezó a publicar la tira cómica Dos lesbianas de cuidado en los años ochenta, Alison Bechdel (Lock Haven, Pensilvania, 1960) no habría creído a quien le dijera que años después su primera obra larga, la celebrada autobiografía Fun Home: una familia tragicómica (2006), obtendría un premio Eisner, sería finalista del National Book Critics Circle, sería incluido en la lista de los mejores libros del siglo XXI de The Guardian, y mucho menos que se convertiría en un musical de Broadway reconocido con cinco premios Tony. Después de ¿Eres mi madre? (2012), y tras casi una década de silencio editorial, Bechdel publica ahora El secreto de la fuerza sobrehumana, su tercer libro de memorias gráficas, editado en España por Reservoir Books.
El punto de partida de esta nueva obra autobiográfica es la obsesión de la autora por el ejercicio físico, algo que le ha acompañado durante toda la vida y que, ahora que ha rebasado los 60 años, se convierte en motivo de reflexión sobre el paso del tiempo, la vejez y la mortalidad. La autora se toma muy en serio la máxima latina mens sana in corpore sano, por eso detrás de esa búsqueda de una buena forma física se esconde también el anhelo desesperado de encontrar el equilibrio mental y la paz interior. Al revisar su vida desde ese prisma, Bechdel aprovecha para contar también la historia, los anhelos y las frustraciones de toda una generación, dándole a lo narrado un alcance universal.
Con ironía y poniéndose a sí misma como ejemplo, Bechdel señala lo ridículo de ese frenesí deportivo que ha invadido a la sociedad occidental, arrojada en brazos del running, el crossfit, el pilates, la escalada o la zumba. “¿De qué va todo esto? ¿Qué tormentoso vacío se esconde tras este frenesí cardiopulmonar? ¿La bancarrota espiritual y moral del capitalismo tardío?”, se pregunta Bechdel en las primeras páginas del libro.
Pero a medida que avanza el libro, la madeja se va engrosando con otros hilos argumentales. “Pensaba que me iba a centrar en el ejercicio físico, pero a medida que iba avanzando se iban insertando otros aspectos de mi vida: mi historia creativa, mi historia sentimental, y esta idea fundamental del libro que es esa búsqueda para trascender mi yo cotidiano, mi yo doloroso, y llegar a una especie de estado de éxtasis que pudiera liberarme de mí misma. Toda mi vida se estaba condensando en el libro y eso es inabarcable salvo que seas Knausgard, así que tuve que dejar de lado algunos elementos. Pero así es como trabajo: amaso mucha información y luego elimino lo que le sobra a la historia. He invertido en este libro ocho años, ha sido un proceso larguísimo. He tardado tanto porque es un libro que trata de la vida cotidiana, de encontrarle sentido a la vida y del tiempo que pasa”, explica la autora por videoconferencia.
De los márgenes a los focos
Bechdel es hoy una de las historietistas más admiradas y leídas del panorama internacional. Sus viñetas han aparecido en publicaciones como Entertainment Weekly, Granta y The New York Times Book Review. Su camino hacia el éxito es el mismo que ha transitado el cómic de autor para adultos en estas últimas cuatro décadas, desde el underground hasta el foco de los medios, el respeto de la crítica cultural y el interés de un público cada vez más general. “Ha sido muy raro ver lo que ha ocurrido en el mundo del cómic durante mi carrera. Antes era algo marginal, pero de repente a mediados de los 80 hubo un gran cambio, la gente comprendió que este medio podía usarse no solo para contar historias de superhéroes, sino historias de verdad, historias humanas complejas. Yo fui una de las personas que se benefició de ese cambio”, explica Bechdel. “No obstante, aún pasó mucho tiempo hasta que empezó a tomarse en serio como literatura. A mí precisamente lo que me parecía atractivo del cómic es que no pertenecía al mundillo literario, donde todo se analizaba y se criticaba, pero el cómic estaba fuera de ese ámbito y por tanto era más libre. Si hubiera formado parte del mundo literario cuando empecé, no me habría metido en ello, ya que como artista joven era muy insegura”, reconoce.
"A mediados de los 80 la gente comprendió que el cómic podía usarse no solo para contar historias de superhéroes, sino historias de verdad, historias humanas complejas"
La trayectoria de Bechdel no solo dibuja una línea paralela a la consolidación del cómic de autor, sino también a la del aumento de la visibilidad LGTBI, que ella misma ha contribuido a impulsar. Con Dos lesbianas de cuidado, la autora fue una pionera en fomentar la representación de identidades sexuales no normativas en las obras culturales, algo que entonces era una cuestión ignorada o poco atendida por el grueso de la industria. “Creo que durante un tiempo esa fue mi misión: mostrar a las lesbianas en la vida cotidiana, poner de manifiesto que éramos gente normal, no seductoras, monstruos o borrachas empedernidas, que es como se nos representaba en la cultura popular. Para mucha gente las lesbianas de la tira cómica eran las primeras lesbianas que conocían en su vida, lo cual era ciertamente alarmante. Para mí es muy gratificante que mi trabajo llegase a muchos lectores, porque en los 80 y principios de los 90 mucha gente, y yo misma, necesitaba ver una representación auténtica de sí misma”.
En aquella época, el lesbianismo era “inaceptable” como tema narrativo, opina Bechdel. “Por eso me sentía a gusto en las sombras del underground. Pero todo eso ha cambiado, las sombras han desaparecido, el mundo del cómic tiene un foco muy brillante sobre él. Yo tuve la enorme suerte de entrar en el mundo del cómic en el momento oportuno. Si lo hubiera hecho antes, no habría podido aprovechar la oleada de la novela gráfica. En 2006 [cuando publicó Fun Home], el mundo parecía preparado para aceptar este tipo de personajes e historias. Aportar a mis libros un ángulo literario ha sido muy positivo también para la forma en que se considera el cómic. Esto ha permitido que llegue a un grado de éxito sorprendente”.
El test de Bechdel
La cuestión de la identidad sexual y de género y su representación en los productos culturales han sido un tema constante en la obra de Bechdel. En una de sus tiras nació lo que se dio en llamar el Test de Bechdel (aunque ella siempre ha dicho que la idea fue de una amiga suya), un sencillo conjunto de reglas para determinar si el género femenino está suficientemente representado en una película: tienen que aparecer al menos dos mujeres, que hablen entre ellas y cuyo tema de conversación no sea un hombre. El uso del test por parte de la crítica feminista se ha ido extendiendo y ampliando con otras reglas, como que esos personajes femeninos tengan nombre.
"Se ha avanzado mucho en el feminismo y en los derechos LGTBI, pero también es cierto que hay un riesgo de volver atrás, estamos en el borde de la navaja"
“En los 80, Alien era la única película que pasaba el test porque aparecían dos mujeres hablando entre ellas del monstruo”, dice Bechdel, probablemente exagerando un poco. Pero razón no le faltaba: la inmensa mayoría de los filmes de entonces no lo superaba. “En aquella época, para mis amigas feministas y yo era muy difícil ir al cine a ver una película y que no hubiera en la pantalla mujeres sin personalidad ni interés. Deseábamos que las cosas cambiaran y hay que reconocer que han cambiado enormemente. Ahora hay muchas películas con personajes femeninos tridimensionales y he notado un progreso muy importante en estos años viendo de quiénes son las historias que se cuentan ahora. Se ha avanzado mucho en el feminismo y en los derechos LGTBI, pero también es cierto que hay un riesgo de volver atrás, estamos en el borde de la navaja”.
No cabe duda de que, al menos en los países democráticos más avanzados, el siglo XXI es una época mucho mejor que el XX en términos de igualdad y aceptación de la diversidad sexual y de género. Pero Bechdel no cambiaría por nada el momento exacto en el que nació. “Nunca he pensado en eso. Una de las cosas que tiene el ser humano es que es lanzado al mundo en una época determinada, y ese tiempo de la historia forma parte de nuestra identidad. Recuerdo mi infancia en los sesenta. Todo lo que ha ido ocurriendo en la historia de la humanidad forma parte de mí. Cuando veo ahora a chicos jóvenes que se identifican como “no binarios” o un montón de subcategorías, me parece genial que existan estas formas tan diversas de identificarse, pero yo no renunciaría a mi experiencia generacional para ser joven hoy. De hecho, cuando veo a los jóvenes, pienso ‘¡Qué horror de mundo les va a quedar!’. No, no hubiera deseado nacer un día más tarde del que nací”.