El dibujante Eduardo Pelegrín Martínez de Pisón, más conocido como Calpurnio, ha muerto este jueves a los 63 años tras una larga enfermedad, según ha informado la agencia EFE. El autor de cómic destacó sobre todo con sus tiras cómicas El bueno de Cuttlas, protagonizadas por un vaquero dibujado con monigotes y, a pesar de ello, llenos de expresividad.
Calpurnio (Zaragoza, 1957) despuntó desde los años ochenta, época en la que pasó por algunas de las mejores revistas de cómic adulto de España, como El Víbora y Makoki. También participó en cabeceras de otros países como la japonesa Morning y la brasileña Animal.
En 2016 recibió el Gran Premio del Cómic Aragonés, y entre sus últimos trabajos figura el cartel de la XXI edición del Salón del Cómic de Zaragoza, que se celebra precisamente este fin de semana.
['Mundo plasma', de Calpurnio]
A lo largo de su carrera colaboró en periódicos como el Heraldo de Aragón, El País y 20 Minutos.
En los últimos años, Calpurnio colaboró con la editorial Blackie Books, para la que ilustró la Odisea y la Ilíada en la colección Clásicos Liberados. "Sabíamos que estaba enfermo, pero nos daban esperanzas su incansable entusiasmo, y la fe y la ilusión con las que se sumergía en el nuevo proyecto que habíamos emprendido juntos, la edición de El libro del Tao, de Lao Tsé", han declarado desde la editorial en redes sociales.
Los responsables de la editorial le contactaron "seducidos por la increíble expresividad de sus monigotes". Su primera colaboración, la Odisea, "se convirtió en uno de los grandes proyectos de su vida", aseguran. "Durante casi dos años, llevó a cabo un impresionante trabajo de documentación: tenaz como era, llegó a saber más que nadie de ninfas y dioses, de armas y barcos, de héroes y batallas. Nada en sus aparentemente simplísimos dibujos es casual. Cuando se metió en la Ilíada, ya era una autoridad en el mundo de la antigüedad clásica. El trabajo que realizó para este libro es una obra maestra".
Calpurnio era un "consumado maestro en la descodificación inteligente de una realidad caótica sobre la que viene proyectando otras realidades, de creación propia, no menos descabelladas, pero sí más preñadas de conocimiento", tal como lo describió el crítico Felipe Hernández Cava a propósito de su libro Mundo plasma (Reservoir Books, 2016).
"Aquel dibujante brillante que me deslumbrara a principios de los años ochenta en un concurso de jóvenes de su localidad decidió abrazar muy pronto un minimalismo falsamente ingenuo, que es el lenguaje con el que opera la intuición que hay en el fondo de cualquier práctica artística sincera, para regalarnos uno de los personajes más carismáticos del tebeo español: El bueno de Cuttlas, al que fuimos viendo vivir y morir varias existencias, desde la de simple vaquero del Lejano Oeste hasta la de reflexivo cronista de una contemporaneidad impermeable a la subversión de sus mentiras mejor articuladas".