La expresión slice of life ("rodaja de vida") describe una técnica narrativa centrada en capturar la espontaneidad de la vida con sus dramas cotidianos, impregnando la trama de arbitrariedad y conflictos. Con la contrastada tradición de humor, acción o terror se podría pensar que slice of life como género no encontraría un hueco en el universo del cómic. ¿Hay cabida para este tipo de narración en la novela gráfica?
La respuesta es afirmativa. Echando la vista atrás hasta los años 70 del pasado siglo XX, fue el maestro Will Eisner quien recondujo el destino del cómic como forma artística con su novela gráfica Contrato con Dios (1978), reflejando la vida del Bronx con cuatro historias sobre una pensión donde conviven judíos neoyorquinos de escasos recursos. Puro slice of life.
Kevin Huizenga nos pone ahora entre las manos El río de noche en la mejor tradición de este estilo narrativo al que le da una vuelta de tuerca a través de su protagonista, Glenn Ganges, modernizando el discurso. Hay muchos ingredientes que hacen de este cómic una obra apetecible más allá del relato organizado en capítulos autoconclusivos y los desencuentros de los personajes: un dibujo de línea clara dinámico, ilustraciones delineadas con imaginación o la doble página como unidad narrativa.
Estamos ante una reflexión acerca de la vida, moldeada con conversaciones sobre el paso del tiempo y las relaciones personales, donde el trabajo y el matrimonio con sus inconsistencias ocupan los diferentes episodios. Este torbellino queda arropado desde la calma que proporcionan las noches en vela de Glenn Ganges, especialmente cuando la falta de sueño da paso a todo tipo de ensoñaciones.
En El río de noche las sorprendentes metáforas visuales salidas del pincel de Kevin Huizenga se cuelan dentro de las viñetas actualizando el género slice of life para confirmar la vitalidad del arte secuencial, demostrando que, pese a las incertidumbres y dudas, la buena noticia es que la vida sigue. Y mejor con nosotros dentro.