Frente a los números y el fugaz carrusel de imágenes de los telediarios, el crudo testimonio de Lena, que en Guliaipole ha visto cómo Misha, un viejo amigo del colegio, moría aplastado bajo los tanques rusos. La historia de Slavik, cirujano de Kiev que está de celebración porque su familia ha conseguido una remolacha. La de Tetiana K., que huye de Járkov por la noche junto a sus tres hijos dejando atrás a su marido, que se queda cumpliendo con su deber como conductor de trenes de mercancías y armas para el ejército ucraniano. También el caso de Masha, de Dnipró, que solo consigue aguantar la angustia de la guerra atiborrándose de pastillas. O la tragedia de Yuri, de Melitópol, abatido por un francotirador ruso mientras buscaba a su perro entre los escombros de su casa derruida por un misil.
Todas estas historias, dibujadas sobre el papel, bombardean la conciencia del lector cuando sostiene entre sus manos Cuadernos ucranianos. Diario de una invasión. Su autor es Igort, todo un referente del periodismo en viñetas. El dibujante y reportero italiano (Cagliari, 1958) ha tenido siempre una fuerte conexión con la cultura rusa y con Ucrania, donde viven amigos y seres queridos cuyos testimonios han dado forma a este libro, obtenidos en su mayoría por teléfono durante los primeros compases de la invasión de Putin.
“Una guerra es siempre y únicamente una guerra, una asquerosa guerra. No hay épica, no hay gloria, solo miseria”. Con este lamento comienza Igort el relato de los primeros meses de la invasión, desde su comienzo el 24 de febrero hasta principios de junio de 2022.
Igort, que visitó la semana pasada el Salón del Cómic de Barcelona para presentar el libro, es el nombre artístico de Igor Tuveri. Lleva un nombre de pila ruso porque sus padres eran unos enamorados de la cultura rusa, en especial de su literatura. Cuando él era pequeño y aún no sabía ni leer, su abuela le contaba las historias de Gógol, Dostoievski o Tolstói. “Los grandes escritores eran como tíos de una gran familia que sondeaban el alma humana hasta sus rincones más inaccesibles”, recuerda Igort. Así fue como poco a poco fue descubriendo la extraña mentalidad rusa, que Churchill definía como “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. Como dice Igort, “lo grotesco, en la gran madre Rusia, ha dado pie a modalidades, prácticas y visiones que siempre han horrorizado a los occidentales, incapaces de comprenderlas”.
“¿Cómo pensar que el ejército de esa tierra, para mí tan íntima, pueda pisotear el suelo y convertir en polvo la vida de mis seres queridos?” Igort
En los primeros días de la invasión, Igort se siente desconcertado: “¿Cómo pensar que el ejército de esa tierra, para mí tan íntima, pueda pisotear el suelo y convertir en polvo la vida de mis seres queridos?”. Pero rápidamente “el desconcierto se convertirá en conciencia y luego en dolor”. Al principio, el teléfono de Igort no para de sonar. Le llegan testimonios de sus amigos ucranianos, que viven bajo asedio y aterrorizados. El dibujante va confeccionando con las historias y noticias que le cuentan un diario dibujado de la guerra.
A lo largo de la lectura, van cayendo las hojas del calendario y la cronología de los hechos se ve interrumpida cada pocas páginas por explicaciones históricas que ayudan a comprender lo que está pasando. Por ejemplo, Igort nos cuenta la invasión de Georgia por parte de Putin en 2008, y la guerra de Chechenia que empezó en 1990 y que acabó diez años más tarde con la instauración de un gobierno títere hoy encabezado por Ramzán Kadírov, “el carnicero de Grozni”, que hoy combate junto a sus hombres en Ucrania en favor de Rusia. También se explica el antecedente directo del conflicto actual: la guerra del Dombás, la región ucraniana donde el ejército nacional lucha contra los separatistas prorrusos desde 2014.
['Kokoro': viñetas de la cultura japonesa del polifacético Igort]
Especialmente sobrecogedor es el caso del teniente ruso Yevgueni Miazin, de la Flota del Norte, fallecido el 3 de septiembre de 2014. Había sido enviado a combatir a Lugansk. “Esto no es una guerra. Estamos matando a nuestros hermanos ucranianos”, dijo por teléfono a su prometida, a la que nunca volvería a ver. Arrepentido, quiso renunciar al ejército, pero días más tarde, antes de regresar a su casa, fue “accidentalmente” atropellado por un tanque ruso. Su historia la contó, jugándose la vida, la bloguera rusa Elena Vasíleva.
La propaganda de Putin ha vendido esta invasión como una operación de desnazificación. “En las calles de Mariúpol se instalan puestos de control rusos. Van a la caza del nazi. Que para los ocupantes rusos es cualquiera que ame su tierra y no se someta. ¿Eres patriota? Entonces eres nazi. ¿Eres profesor? Entonces eres nazi. ¿No eres ruso? Entonces eres nazi”, escribe Igort el 10 de abril, día 46 de la invasión.
Pero ¿hay algo de cierto en que en Ucrania hay nazis? Aunque evidentemente Igort toma partido por Ucrania, no pasa por alto su lado más oscuro, y menciona a “los sectores desviados que en Ucrania han confundido el independentismo con el nacionalismo de inspiración nazi”. También recuerda la masacre de Odesa, donde murió un grupo de manifestantes prorruso, que fue atribuida a Sector Derecho, una organización paramilitar de extrema derecha. También “habría mucho que decir sobre el batallón Azov, que utiliza los emblemas de las tropas hitlerianas y que el presidente Zelenski ha adscrito, como cuerpo especial, al ejército regular ucraniano”.
Todo esto se explica en tres páginas cuyos párrafos comienzan por “habría mucho que decir” y en las que también se reconoce la heroica resistencia del batallón Azov en la planta siderúrgica Azovstal; el incierto destino de sus combatientes capturados por Rusia, a los que se perdió la pista; los misiles que supuestamente impactaron en una prisión del Dombás donde murieron 60 reclusos del batallón Azov, pero ningún carcelero ruso, lo que hace suponer “que fue una explosión interna, destinada a destruir las pruebas de las torturas infligidas a los prisioneros de guerra”.
Y, si la obsesión de Putin es combatir a los nazis, entonces también habría mucho que decir sobre el batallón Wagner, la milicia privada que lucha a las órdenes de Putin, “mercenarios que se entrenan en el corazón de Moscú, en los cuarteles del ejército ruso” y que utilizan “símbolos y métodos que remiten a las SS alemanas”, escribe Igort.
Para comprender aún mejor el contexto del conflicto entre Rusia y Ucrania, es más que recomendable la lectura de otro libro de Igort: Cuadernos ucranianos y rusos. Tras varios años visitando Ucrania, Rusia y Siberia para recabar los testimonios de los supervivientes del régimen soviético, Igort los publicó entre 2011 y 2014 y Salamandra Graphic los reeditó conjuntamente en España en un solo volumen en 2020. En este libro Igort se centra en dos episodios históricos: el Holodomor, el genocidio en forma de hambruna provocada a propósito por Stalin en Ucrania en 1932-1933; así como el asesinato de la periodista y activista rusa Anna Politkóvskaya en 2006 a manos del régimen de Putin. Dos hechos separados por casi un siglo, aquí yuxtapuestos para mostrar el estrecho parentesco moral de ambos tiranos genocidas.