Vivimos mirando hacia delante en una combinación de desconcierto y ensoñación. Se me viene a la memoria aquella frase afortunada: “Estamos preocupados el 95% del tiempo por asuntos que ocurrirán el 5% de las veces“. Tanto otear el futuro olvidando el presente requiere de una justificación, al menos de una aclaración que permita cierto entendimiento.
La presencia de un hecho genético como factor evolutivo para asegurar la supervivencia de la especie sería una buena candidata. Puede que ese continuo estado de alerta salvara al género humano. Sin embargo difumina por el camino una certeza: realmente la vida se entiende echando la vista atrás.
El cómic Malaherba nace del texto original de Manuel Jabois, una historia construida con los recuerdos de un jovencito de 10 años llamado Tambu. Organizado en breves capítulos, como páginas arrancadas de un cuaderno, cada uno se dedica a un personaje construido a partir de anécdotas y sus entrañables interpretaciones. Así Tambu se adentra en la adolescencia, descubriendo el mundo con ingenuidad, con sorpresa, conociendo mejor quién puede llegar a ser.
Son las manos de Bartolomé Seguí (guion adaptado y pinceles) las que logran la magia de transportarnos a una selección de momentos de aquel instante de la vida de Tambú, situada en la Galicia de los años 90, a través de ilustraciones empapadas de respeto e imaginación.
De ambientación prodigiosa y emociones a flor de piel, la combinación de ternura, incomodidad y sonrisa convierten a esta obra una experiencia reconfortante. Con un pellizco termina el cómic, como la vida misma. Una comprobación más del valor que reside en reconocer honestamente lo que depara el paso del tiempo.