Belle de jour es la película que en 1967 relanzó internacionalmente la carrera de Luis Buñuel. Con ella alcanzó su mayor éxito de taquilla y el León de Oro. Fue el primer director español en alzarse con el máximo galardón de Venecia y ha tenido que pasar más de medio siglo para que otro español, Pedro Almodóvar, repitiera la gesta la semana pasada.

La película, que cuenta la historia de una recatada esposa burguesa que da rienda suelta a sus fantasías sexuales convirtiéndose en prostituta, no sería la misma sin sus dos grandes iconos: la actriz Catherine Deneuve y el vestuario de Yves Saint Laurent. Pero al principio Buñuel no quería a ninguno de los dos en su obra. Decía que Deneuve era demasiado fría para el papel, y que para qué narices necesitaba él un diseñador de moda.

La película existe de milagro. Buñuel también decía que la novela en la que se basaba la película era mediocre y destrozó varios ejemplares mientras trataba de meterle mano, desperdigando sus hojas por toda la habitación. Algo de razón tendría, ya que antes de llegar a él había pasado de mano en mano como la falsa moneda.

Viñetas de 'Buñuel y los sueños del deseo' null

Su coguionista y pupilo Jean-Claude Carrière y los productores de la película, los hermanos Hakim, tuvieron que insistir mucho para convencerle. Era como tratar de embridar a un caballo salvaje, pero al final lograron meter al genio en cintura, por suerte para la historia del cine. Él aceptó todas las imposiciones a cambio de libertad absoluta para transformar aquel folletín en una fascinante obra sobre el deseo, la culpa y el subconsciente.

Todo esto lo cuenta de maravilla el cómic Buñuel y los sueños del deseo (Reservoir Books), que narra todas estas peripecias a la vez que construye un interesante retrato psicológico del cineasta y de su amistad con el joven Jean-Claude Carrière, que sentía devoción por su maestro hasta el punto de renunciar a salvar su matrimonio, que se hundió porque pasaba más tiempo con Buñuel que con su mujer.

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La novela gráfica viene avalada por el Luis Buñuel Film Institute, que gestiona el legado del cineasta. De hecho, uno de sus tres autores es el escritor y productor Óscar Arce, cofundador de la institución junto a los dos hijos de Buñuel, Juan-Luis y Rafael, y, como tal, ha tenido acceso a todos los escritos, guiones, fotos, correspondencia y otros documentos del archivo personal del cineasta. 

Los otros dos responsables del libro son el dramaturgo, guionista y director de cine Esteve Soler y el ilustrador Fermín Solís, que ya se sumergió en la vida y obra de Buñuel con su celebrado cómic Buñuel en el laberinto de las tortugas (Reservoir Books, 2019), que fue adaptada como película de animación, llevándose el Goya en 2020.

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“En el cómic nos centramos en un momento fascinante en la carrera de Buñuel. Atravesaba una serie de dificultades, tanto profesionales como de salud, justo antes de hacer lo que será finalmente su mayor éxito. Es un instante de crisis previo a su gran consolidación, además de un momento de pura creación”, explica Soler.

En lo que respecta a sus problemas de salud, el cómic retrata a un Buñuel muy preocupado. La muerte parece rondarle, o eso piensa él (aún le quedaban casi dos décadas de vida). Para transmitir eso a los lectores, el cineasta aparece dibujado en varias viñetas con la calavera al descubierto. También forman calaveras las volutas de su tabaco y hasta los pájaros que revolotean en el cielo de París, uno de los tres escenarios del cómic junto con Madrid y un balneario de San José Purúa, en Michoacán, México.

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Si al principio Buñuel puso tantas trabas para que el proyecto llegara a buen puerto, ¿qué le hizo cambiar de opinión? “Buñuel siempre cumplía con sus obligaciones. Además, tenía que llevar el pan a la mesa”, señala Arce. Otro motivo que arguye el guionista es que el cineasta aragonés no quería dejar tirado a su amigo Carrière, que era el gran entusiasta del proyecto.

“El proceso de escritura del guion de la película es también un proceso de consolidación de la amistad entre ambos”, opina Soler. “El cómic no es solo el making-of del guion de la película, sino que ahonda en las emociones que definen a ambos personajes de una manera muy profunda”.

Precisamente porque ya había publicado un cómic sobre Buñuel, al principio Solís fue reticente a participar en este proyecto. “No quería que pareciese que me estaba aprovechando de su figura”, reconoce. Pero Óscar Arce le tranquilizó al decirle que era precisamente el Instituto Luis Buñuel quien se encontraba detrás del encargo.

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Si el lector compara los dos cómics, apreciará una gran diferencia en el estilo de dibujo. El trazo de Solís se ha liberado. “Ahora dibujo de una manera distinta a como lo hacía hace unos años y me siento más cómodo”, reconoce el autor, que en este cómic ha trabajado por primera vez con un guion ajeno.

Un surrealista indomable

El cineasta de Calanda era indomable, inflexible, impredecible, quijotesco… Insufrible. Y aun así lo sufrían, estoicos, todos los que le rodeaban, porque sabían que era un genio y los genios son así. 

A Carrière lo tenía loco. Cuando este le proponía ponerse a trabajar en serio, Buñuel le preguntaba qué había soñado esa noche. Es más, se ofendía si Carrière no entendía la enorme importancia que al parecer tenía aquello para la escritura del guion. Y es que el gran surrealista nunca dejó de serlo, aunque hubieran pasado casi 40 años desde aquellos días en Cadaqués en los que Dalí y él dieron forma a Un perro andaluz renunciando a toda racionalidad (episodio que, por cierto, aparece brevemente en el cómic aportando un soplo de aire mediterráneo a la narración).

Buñuel parecía conceder más importancia a la imaginación que a lo real. Se inventó dos amigos imaginarios, Henri y Georgette, una adorable pareja francesa de avanzada edad, y pretendía hacer creer a Carrière que eran reales y que les seguían a todas partes durante el proceso de escritura del guion. Ellos eran los únicos miembros del público a quien Buñuel no quería defraudar.

Buñuel decía que el cine era el arte de hacer visible lo invisible, y con Henri y Georgette lleva esto al extremo, introduciendo lo invisible dentro del mismo proceso creativo. “Es algo que nos fascinaba y era un reto trasladarlo al cómic”, señala Soler.

Quizá por contagio, el mundo de los sueños también ha sido determinante para la existencia de este cómic. “Tuve un sueño en el que Carrière me pedía que contara la historia de Henri y Georgette”, reconoce Arce. Misión cumplida.