Nueva York, 1953. Cuatro mujeres se apoyan en uno de los muros del Empire State Building y charlan distraídas mientras observan las vistas desde las alturas. Ajenas a lo que ocurre detrás de ellas, alguien les hace una fotografía. Qué estaba ocurriendo segundos antes y después nadie lo puede saber aunque podemos fantasear con ello.
Precisamente así surge Vivian Maier. En la superficie de un espejo (Garbuix Books), una novela gráfica en la que Paulina Spucches profundiza en el trabajo de la enigmática fotógrafa Vivian Maier (Nueva York, 1926-2009) mezclando realidad y ficción.
El proyecto prendió su chispa inicial gracias a la exposición que la Tabakalera de San Sebastián dedicó a Maier en 2009. Convertida ahora en icono y reconocida como una de las fotógrafas más singulares del siglo XX, Spucches quedó atrapada de inmediato tanto por el trabajo de Maier como por el misterio que rodea su figura. “La combinación de lo cotidiano y lo enigmático en sus fotos me fascinó”, reconoce.
Tras aquella visita, que la vivió en una especie de epifanía, volvió al apartamento donde se alojaba en Pamplona, convirtió aquella instantánea de las cuatro mujeres en una imagen a color y decidió abordar una investigación en torno a la fotógrafa que lleva al lector desde Brooklyn a Champsaur (Francia) tratando de imaginar la vida de Maier.
La niñera de la Rolleiflex
Maier fue un genio autodidacta que tan solo tomaba una única captura. No pedía permiso, no repetía tomas. A finales de los años 40, en Francia, retrató la vida de su entorno, descubrió su estilo y lo perfeccionó durante las siguientes décadas.
Convertida en niñera, en los años 50 su Rolleiflex siempre la acompañaba en los paseos que daba con los niños que cuidaba, primero en Nueva York y luego en Chicago. Eran el marco perfecto para alimentar su necesidad de capturarlo todo: mujeres elegantes, niños, escaparates, la vida urbana de la ciudad e incluso su propia sombra. Lo hacía por impulso y llegó a autorretratarse con insistencia para saber quién era y buscar su lugar en el mundo, para reconocerse como Vivian Maier y no solo como niñera.
Aunque se desconocen muchos datos sobre su vida, sabemos de su pasión por la cultura: iba a ver exposiciones, al cine, compraba prensa y la amontonaba en su habitación junto a postales, sobres, facturas sin abrir, joyas, sombreros, zapatos y camisas. Vivió en las casas de las familias para las que trabajaba, donde convertía el baño en un cuarto de revelado. Su afán acumulador le llevó a guardar en su apartamento más de 120.000 negativos en uno de los armarios de su habitación. En absoluto secreto.
En 2007 John Maloof, un exagente inmobiliario de 23 años, estaba inmerso en un proyecto sobre los barrios de Chicago. Buscaba imágenes antiguas y a través de una puja telefónica adquirió aquel archivo que no le sirvió para su propósito, así que lo guardó en un cajón hasta que volvió a él y reconoció el talento que destilaban aquellas imágenes.
Así comenzó una investigación que durante meses no le llevó a ningún sitio concreto. No había información sobre Vivian Maier en ninguna parte hasta que un día de 2009 encontró algo: su obituario. Había fallecido hacía cuatro días y detrás de sí dejó el impago del alquiler de la habitación en la que guardaba toda una vida en imágenes.
A partir de ahí, Maloof se propuso dar a conocer la obra de aquella mujer anónima. A todo aquel tiempo de trabajo y dedicación le siguieron grandes exposiciones por todo el mundo y, ahora, las fotografías de Maier se venden por más de 5.000 euros y, lo que es más importante, su talento se equipara al de los grandes nombres de la fotografía del siglo XX.
Vivian Maier, un personaje de novela
Vivian Maier. En la superficie de un espejo convierte a esta niñera en un personaje de ficción. “Cada capítulo se abre con una foto de Maier que adapté en pintura y en color y que es un pequeño episodio donde imagino el contexto de cada foto”, comenta Spucches. Para abordar el proyecto estudió la teoría fotográfica, etapa en la que el libro La chambre claire, de Roland Barthes, fue esencial. “Me ayudó a entender mejor la relación entre la fotografía y la memoria y me dio una dirección clara para el proyecto”, reconoce.
Además, tratando de conocer más de cerca la infancia de Maier, la autora viajó a Champsaur, la región francesa de donde era originaria la madre de la fotógrafa, y a donde se mudó en 1930 con una hija pequeña que creció en las faldas de los Alpes cerca de sus parientes. Esta visita amplió el libro en tres capítulos que ayudan “a reflejar ese aspecto menos conocido de su vida”.
La juventud de Maier, no obstante, transcurrió a caballo entre Francia y Estados Unidos hasta que decidió mudarse a Nueva York dejando atrás a su progenitora. La autora francoargentina conectó enseguida con la idea de las identidades múltiples, algo que también definió a Maier, “siempre viviendo entre Francia y Estados Unidos, sin estar completamente asentada en ningún lugar”.
Entre la realidad y la figuración
Aunque En la superficie de un espejo se centra en las fotografías de Maier, una gran parte de la narrativa está ficcionada. La falta de datos históricos sobre su persona da pie a la imaginación y desde ahí, Spucches construye una historia que mezcla la realidad con elementos imaginativos.
Por sus autorretratos intuimos que Maier es alta y viste con ropa antigua. De carácter la imaginamos severa, seria, reservada e incluso un poco rara. Su personaje sigue siendo un enigma y ese halo de misterio que la envuelve plantea muchas preguntas para las que, de momento, no hay respuesta. Para Spucches, el hecho de que su obra haya sido descubierta de manera tardía y por casualidad, “añade una capa de misterio que alimenta nuestra fascinación. La incertidumbre sobre quién era realmente nos lleva a proyectar nuestras propias interpretaciones y emociones en su figura”.
Sin embargo, En la superficie de un espejo no trata de dar respuestas sino una interpretación. La Vivian Maier que retrata Spucches es “una mujer profundamente sensible al arte, a la humanidad y a la belleza, pero también a la tristeza y al horror que coexisten en el mundo”. Sin imaginar el impacto que podría tener su trabajo, Maier fotografiaba desde las sombras, celosa de su intimidad y su colección de imágenes.
Trabajando con técnicas tradicionales, especialmente la acuarela, Spucches se inspira en artistas como Félix Vallotton y Suzanne Valadon, en historietistas como Maïté Grandjouan y David Sala, y en artistas como Edward Hopper. Con un proceso espontáneo que la une con Maier y con el objetivo de retocar lo mínimo sus imágenes, Spucches mantiene la frescura y la naturalidad de los primeros gestos sobre el papel.
Publicado originalmente en Francia en 2021, En la superficie de un espejo es el primer libro de Paulina Spucches. Después llegó Brontëana, sobre Anne Brontë, y su próximo proyecto será sobre una pintora. “Me apasiona explorar la vida de mujeres artistas y Maier fue quien me abrió las puertas a este camino creativo”, concluye. Quién le iba a decir a Vivian Maier que después de morir iba a ser considerada una pionera del selfie y un genio de la street photography que iba a causar semejante impacto en las futuras generaciones.