La mejor biografía de Franco, ahora en viñetas: los traumas infantiles que lo convirtieron en un tirano despiadado
- El historietista José Pablo García condensa la rigurosa obra del historiador Paul Preston en un cómic adictivo con una profusa documentación gráfica.
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Al historietista José Pablo García (Málaga, 1982) le van los desafíos, y tres de ellos los ha emprendido adaptando al cómic sendos ensayos del prestigioso hispanista Paul Preston: La Guerra Civil española —del que se han vendido 40.000 ejemplares—, La muerte de Guernica y, ahora, Franco, la monumental y canónica biografía del dictador Francisco Franco. Todos ellos han sido publicados por la editorial Debate.
“Habré leído yo medio centenar de biografías de Franco. La mejor, con mucha diferencia, es la de Preston. El Franco real es el que retrata el historiador británico”, opinaba en 2022 el periodista y presidente de El Cultural, Luis María Anson, con motivo de la publicación de una versión ampliada y revisada de la biografía —publicada originalmente en 1993—, con más de mil páginas.
Como en las anteriores adaptaciones de los libros de Preston —y en la que hizo de Soldados de Salamina, de Javier Cercas—, García exhibe un dibujo preciso, limpio y eficaz y mucha información condensada en las viñetas para contarnos todos los pormenores de la vida de quien dirigió con mano de hierro el destino de nuestro país durante casi cuarenta años. Sus recreaciones de momentos íntimos, escenas bélicas, reuniones políticas, reproducciones de documentos y periódicos, cronologías y mapas explicativos facilitan y amenizan la lectura de todos los acontecimientos importantes en la vida del autodenominado “Caudillo de España por la gracia de Dios”.
“Es un reto que impone muchísimo por el volumen del libro y por el personaje. A Franco se le ha retratado casi siempre desde el ridículo o desde la idealización, dependiendo del bando, pero con muy poco rigor documental en ambos casos”, declara el dibujante a El Cultural, que además de la biografía de Preston —que ha supervisado el proyecto— ha leído una veintena de libros sobre Franco publicados entre los años 50 y 70, de donde ha extraído numerosa documentación gráfica.
“En el cómic se le ha representado muchas veces, pero ajustándose al cliché del bobo con mucha suerte, que había llegado al poder de rebote, pero eso es quedarse muy corto. Era un personaje complejo, fascinante y contradictorio, muy inteligente y hábil manipulador. Desde muy joven se preocupó mucho por la opinión que los demás tuvieran de él, y proyectó una imagen idealizada de sí mismo que aún perdura en sus seguidores, que siguen siendo muchos”, señala García. Ya en su etapa como héroe militar de la guerra de Marruecos, Franco difundió sus hazañas en su libro Diario de una bandera (1922), del que regaló muchos ejemplares.
Hasta ahora, no existía ninguna biografía de Franco en formato cómic, a excepción de una que se publicó en 1969, con motivo del 30.º aniversario de la victoria en la guerra civil. Se tituló Soldado invicto, fue realizada por varios autores sin acreditar y, obviamente, tenía un carácter hagiográfico.
Odio al padre
En aquel cómic de cincuenta páginas aparecía una infancia idealizada que nada tenía que ver con la realidad. Franco nació en 1892 en Ferrol (La Coruña), que entonces era una pequeña base naval con una población de 20.000 habitantes. Su familia vivía allí desde principios del siglo XVIII y seguía la tradición de trabajar en la intendencia naval, que era considerada inferior al Cuerpo General de la Armada. Su posición social era media baja, mientras que los oficiales de la Marina eran la casta privilegiada.
En el primer capítulo del cómic, El niño triste “Cerillito”, vemos cómo los traumas de la infancia de Franco determinaron sus obsesiones morales y políticas, basadas en un odio visceral a los liberales y a los masones. En resumen, se trataba de odiar todo lo que representaba su padre, Nicolás Franco, un militar de la Armada que estuvo destinado en Cuba y Filipinas, donde “cultivó su fama de libertino, mujeriego y jugador”. En lo político era liberal, anticlerical y simpatizante de los masones, y, de puertas para adentro, un padre autoritario y violento.
En cambio, los dos hermanos de Francisco, Nicolás y Ramón, más extrovertidos que él, se llevaban bien con su progenitor y eran sus favoritos. “Incapaz de ganarse su aceptación, buscó librarse del dolor negando la necesidad de cariño y afecto”, leemos en el cómic.
En cambio, su madre, Pilar, era todo lo contrario que su padre. Conservadora y católica devota, de carácter bondadoso y sereno, sufría en silencio las humillaciones e infidelidades de su marido y la muerte de Paz, la pequeña de sus cinco hijos. Franco se refugió en ella e imitó su carácter. “Viendo cómo la piedad introspectiva de su madre se transformaba en un escudo contra las adversidades, Francisco eliminó su propia vulnerabilidad emocional a base de desarrollar un frío vacío interior”.
Años después, el padre de Franco se negó a asistir a su boda con Carmen Polo, y a cambio su hijo no asistió a su funeral cuando murió en 1941. No contento con ello, el dictador arrebató el cadáver a la segunda mujer de su padre, Agustina Aldama, y le prohibió acudir al entierro.
José Pablo García no solo conoce los detalles de la infancia de Franco por la biografía del hispanista. Una bisabuela suya fue vecina de los Franco en Ferrol. “Por eso yo ya sabía que de pequeño fue un niño triste y que sus padres estaban separados, lo cual era un estigma en aquella época”, explica.
La pequeña estatura de Franco (medía 1,64 m de adulto), su voz aguda y su carácter retraído y tímido también marcaron su personalidad. Se metían con él en el colegio, donde le llamaban “Cerillito” por su apariencia enfermiza y su delgadez. Más tarde, en la Academia de Infantería de Toledo (donde ingresó porque no consiguió entrar en el Cuerpo General de la Armada, al contrario que su hermano Nicolás), lo apodaron “Franquito”, y fue blanco de novatadas porque no mostraba interés en las “incursiones sexuales y alcohólicas en las zonas de peor reputación de Toledo”, como sus compañeros.
Héroe de Marruecos
Todo esto le llevó a refugiarse en la disciplina militar y se creó una nueva identidad cultivando un estricto sentido del deber y el culto al valor y el heroísmo. Estos nuevos atributos los puso en práctica cuando se alistó como voluntario en la guerra de Marruecos, donde demostró ser frío y sereno ante el peligro —las tropas moras al servicio del ejército español creían que tenía baraka, una especie de protección divina— y ascendió rápidamente por méritos militares.
En 1917, con solo 23 años, se convirtió en el comandante más joven de España —los oficiales a su cargo, que le doblaban la edad, le llamaban "comandantín" a sus espaldas—, y en 1926, con 33, llegó a ser el general más joven de Europa.
Entretanto, el cómic nos muestra su papel como jefe de la primera bandera de la recién creada Legión (cargo para el que fue reclutado por su fundador, Millán-Astray) en Marruecos. Allí disciplinó a unas tropas compuestas por “una panda de malhechores y marginados” —para ello era capaz de fusilar por cualquier insubordinación—, demostró sus dotes para la estrategia y la logística y obtuvo importantes victorias que permitieron recuperar el control del Rif tras el desastre de Annual de 1921.
También perpetró brutales venganzas. En enero del año siguiente marchó con 12 voluntarios para liberar a un contingente español sitiado cerca de Dar Drius y regresaron con 12 cabezas de rebeldes marroquíes como trofeo, en represalia por las masacres cometidas por estos seis meses antes.
Franco regresó a la península convertido en un héroe militar, lo que alimentó sus ambiciones políticas, y se convirtió en uno de los hombres más cercanos al rey Alfonso XIII, y fue nombrado primer director de la Academia General Militar de Zaragoza, refundada en 1928.
Ramón, el hermano anarquista
Mientras tanto, su hermano Ramón, un aviador que había obtenido una gran fama tras cruzar el Atlántico desde Palos de la Frontera hasta Buenos Aires con el hidroavión Plus Ultra en 1926, fue acercándose cada vez más a la izquierda, se hizo masón e intervino en conspiraciones anarcosindicalistas con el fin de derrocar a la monarquía. Francisco intentó disuadirle sin éxito y fue encarcelado en 1930, pero se escapó.
El 15 de diciembre de aquel año, un día después del fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández, cabecillas de la sublevación de Jaca que pretendía derrocar a Alfonso XIII y proclamar la república, Ramón sobrevoló el Palacio Real “con el propósito de bombardearlo”, pero “al ver a civiles paseando por los jardines, se limitó a dejar caer octavillas invitando a la huelga general”. Después se refugió en París. “Franco le envió una carta pesarosa y compasiva, junto con una cantidad sustancial de dinero”.
A pesar de todo, Ramón se unió al bando de su hermano en la guerra y llevó a cabo varias operaciones militares sobre el Mediterráneo. El 28 de octubre de 1938, murió al estrellarse durante una misión que tenía como objetivo el bombardeo de los muelles de Valencia. Según la biografía de Franco, cuando conoció la noticia no mostró “el más mínimo atisbo de emoción”, y se limitó a enviar un telegrama a la aviación nacional en el que decía: “Siento el orgullo de que la sangre de mi hermano se una a la de tantos aviadores caídos”.
Escalada hacia el poder
Las elecciones municipales de 1931, en las que los socialistas y los republicanos habían obtenido la mayoría en las principales ciudades, forzaron la caída de la monarquía y la proclamación de la República. Alfonso XIII se exilió, y Franco acató a regañadientes el nuevo régimen. Poco después, su querida Academia de Zaragoza fue clausurada, lo que consideró un ultraje. Sin destino ni propósito, se entregó a sus lecturas anticomunistas y antimasónicas.
En febrero de 1932, Azaña decidió destinarlo a la comandancia de la XV Brigada de Infantería de Galicia, en La Coruña. Allí Sanjurjo trató de convencerle para que se uniera a su plan para dar un golpe de Estado, “pero cuando llegó el momento, se distanció precavidamente”, y este fracasó. No obstante, Franco siguió mostrando interés, con cierta distancia, por las conspiraciones contra la República que se estaban fraguando.
En 1933, Azaña volvió a cambiarle de destino, otorgándole la comandancia militar de las islas Baleares. Según la biografía de Preston, lo hizo como premio a su actitud (es decir, por no traicionar a la República), pero él no lo percibió así.
En las elecciones de noviembre de 1933 ganó la derecha, se formó un gobierno de coalición formado por los radicales de Lerroux y la CEDA de Gil Robles, y los políticos volvieron a agasajar a Franco, que se convirtió en asesor personal del ministro de la Guerra, Diego Hidalgo. Este, que reconocía su falta de experiencia, lo puso al mando para sofocar la revolución de Asturias de 1934, donde Franco envió a los Regulares y a la Legión para reprimir con brutalidad a los revolucionarios y a la población civil. Después, cuando fue destinado a Canarias, la población local lo recibió al grito de “¡asesino!”.
Preston también analiza cómo Franco maniobró cuidadosamente, ganando prestigio mientras evitaba comprometerse abiertamente con los planes para derrocar a la República. Mola y el resto de generales golpistas no querían sublevarse sin contar con la participación de Franco, porque tenía un gran prestigio entre los oficiales y además contaba con la lealtad del ejército español de Marruecos.
Finalmente, el asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936 por guardias de asalto republicanos (en venganza por la muerte de un compañero suyo a manos de pistoleros falangistas) terminó de convencer a Franco para ponerse al frente del golpe militar que dio inicio a la Guerra Civil.
La biografía explica cómo Franco consolidó su poder aprovechando las divisiones internas entre las fuerzas sublevadas hasta convertirse en el "Caudillo", lo cual demuestra su capacidad para medrar hasta la cima del poder. El fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, líder de La Falange, por parte de la República, también benefició al liderazgo de Franco, aunque este usó el culto a su figura para apoderarse del partido ultra.
“Lo que más me ha sorprendido de la biografía de Franco y lo que más he disfrutado narrando —explica el historietista— es su accidentada escalada hacia el poder. Parece que estuvo ahí desde siempre, que surgió de la nada, pero la clave de su éxito fue su ambición y su cautela. Siempre salía victorioso de todas sus rivalidades, como en su relación de amor-odio con el general Sanjurjo y después con Mola, o en sus encuentros con Juan de Borbón, al que va engañando una y otra vez hasta salirse con la suya”.
También destaca el dibujante del importante papel de su esposa, Carmen Polo. En el cómic hay una escena —“que parece sacada de las Matrimoniadas de José Luis Moreno”, señala el autor— en la que se recrea cómo la mujer de Franco, en la cama, le reprocha el comportamiento inmoral de algunos de sus amigos y colaboradores.
Se dice que fue ella también quien sembró en Franco la desconfianza hacia su propio cuñado, el falangista Ramón Serrano Suñer —casado con Zita, la hermana pequeña de Carmen—, que había sido su mano derecha durante su ascenso al poder y cayó en desgracia en 1942, aunque continuó como procurador en las Cortes hasta 1967. “Su influencia fue creciendo a medida que Franco estaba cada vez más senil. El nombramiento de Arias Navarro como ministro de la Gobernación fue un empeño de ella, que le había cogido mucho cariño en su etapa de alcalde de Madrid”, afirma García.
Todas las caras del régimen
Los siguientes capítulos del cómic examinan en detalle todas las etapas del régimen franquista, destacando su autoritarismo, su represión de la población civil, la censura, la propaganda y la violencia sistemática contra los opositores, y cómo se apoyó en la Iglesia Católica, los militares y los sectores conservadores de la sociedad.
En el plano internacional, Franco mantuvo una política pragmática. Durante la Segunda Guerra Mundial, evitó involucrar a España activamente a pesar de que era un profundo admirador de Hitler y Mussolini. Tras la caída del Eje, España cayó en el ostracismo internacional, pero con el inicio de la Guerra Fría supo ganarse el apoyo de Estados Unidos al posicionarse como un aliado contra el comunismo.
El libro presenta a Franco como un hombre calculador, desconfiado y obsesionado con mantener el control. Fue un líder que cultivó una imagen de modestia, aunque en realidad vivía en el lujo y acumuló una gran fortuna gracias a la corrupción generalizada del régimen, de la cual se benefició. Preston desmiente mitos sobre su supuesta austeridad y su supuesto desinterés por el poder y lo presenta como un dictador profundamente empeñado en perpetuarse en el mando.
“La intención inicial de esta colección de cómics, y así figuraba en la contraportada de La Guerra Civil española, era acercar el conocimiento de esta parte de nuestra historia a la juventud, pero al final el público lector al que ha acabado dirigiéndose es muy transversal, desde adolescentes hasta ancianos”, opina García. “Con el auge actual de la extrema derecha y la exhibición cada vez menos acomplejada de imaginería franquista en manifestaciones, es importante explicar en qué consistió el personaje de Franco y la dictadura, analizando los hechos y con rigor documental”.