Image: La danza de la gaviota

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Novela negra

La danza de la gaviota

Andrea Camilleri

11 enero, 2013 01:00

Andrea Camilleri. Foto: Andrea Sabbadini

Traducción de Teresa Clavel. Salamandra. Barcelona, 2012. 221 páginas. 15 euros


A sus 57 años, el comisario Salvo Montalbano ha llegado a la conclusión de que alguien debería revisar la Constitución italiana y sustituir el primer artículo por este otro: "Italia es una República basada en la venta de droga, el retraso sistemático y el parloteo vano". Porque todo el mundo parlotea sin parar pero nadie mueve un dedo para cambiar nada; porque si sospechas que vas a encontrar otro cadáver en uno de los pozos secos de la montaña Scibetta más vale que no mandes de vuelta a los de la Científica (tardarían más de la cuenta en regresar) y porque cuando el propietario de cinco pesqueros asegura que uno de ellos acostumbra a llegar tarde, lo más seguro es que su tripulación esté traficando con droga, como ocurre en la última entrega de la serie que protagoniza el siempre airado y entrañable comisario de Vigàta, La danza de la gaviota. Trepidante como pocas (ni de dormir tiene tiempo Montalbano y mucho menos de llamar a Livia, aunque, un momento, ¿no tiene tiempo o no se acuerda de hacerlo? Y si no se acuerda, ¿qué demonios está pasando definitivamente con lo suyo? ¿Se habrán cansado de discutir?), la última aventura de Montalbano pone en jaque la vida de uno de sus colegas, el diligente inspector Fazio, en este caso, un tanto desmemoriado, y rinde homenaje, a su peculiar manera, al voyeur protagonista de La ventana indiscreta, de Hitchcock, añadiendo a los prismáticos un telescopio con el que avistar aún más lejos.

Obviando el homenaje, lo cierto es que, Andrea Camilleri (Sicilia, 1925), en plena forma narrativa a sus 87 años, lleva un paso más allá a su querido comisario en una entrega (la 16) aparentemente anecdótica que, sin embargo, juguetea con la idea del principio del fin, deteniéndose a observar el último baile de una gaviota que no es una gaviota cualquiera (¿es una gaviota detective?). El episodio de la gaviota sirve, por cierto, a Camilleri, para disparar en todas direcciones el humor malhumorado del cáustico Montalbano, al que siguen poniéndole de los nervios el italiano torpe de Catarella, las exigencias de su jefe (el bueno de Luca) y la manía del secretario de su jefe, Lattes, de preguntarle por los numerosos hijos que no tiene, se teme lo peor cuando el único rastro del inspector Fazio le lleva a uno de los pozos que sirven de tumba anónima a cadáveres incómodos. ¿Un nuevo Montalbano? No, el Montalbano de siempre, el Montalbano harto de todo, mostrándose como nunca, esto es, vulnerable.

Así, La danza de la gaviota no es sólo un eslabón más en la cadena de casos que conforman la carrera del comisario sino un minúsculo punto de inflexión en la vida del hombre que almuerza cada día en la trattoria de Enzo. Camilleri ha vuelto a hacerlo. Ha extraído un pequeño diamante de una noticia de periódico. Y ya van muchos.