La danza de la gaviota
Andrea Camilleri
11 enero, 2013 01:00Andrea Camilleri. Foto: Andrea Sabbadini
Obviando el homenaje, lo cierto es que, Andrea Camilleri (Sicilia, 1925), en plena forma narrativa a sus 87 años, lleva un paso más allá a su querido comisario en una entrega (la 16) aparentemente anecdótica que, sin embargo, juguetea con la idea del principio del fin, deteniéndose a observar el último baile de una gaviota que no es una gaviota cualquiera (¿es una gaviota detective?). El episodio de la gaviota sirve, por cierto, a Camilleri, para disparar en todas direcciones el humor malhumorado del cáustico Montalbano, al que siguen poniéndole de los nervios el italiano torpe de Catarella, las exigencias de su jefe (el bueno de Luca) y la manía del secretario de su jefe, Lattes, de preguntarle por los numerosos hijos que no tiene, se teme lo peor cuando el único rastro del inspector Fazio le lleva a uno de los pozos que sirven de tumba anónima a cadáveres incómodos. ¿Un nuevo Montalbano? No, el Montalbano de siempre, el Montalbano harto de todo, mostrándose como nunca, esto es, vulnerable.
Así, La danza de la gaviota no es sólo un eslabón más en la cadena de casos que conforman la carrera del comisario sino un minúsculo punto de inflexión en la vida del hombre que almuerza cada día en la trattoria de Enzo. Camilleri ha vuelto a hacerlo. Ha extraído un pequeño diamante de una noticia de periódico. Y ya van muchos.