Alicia Giménez Bartlett. Foto: ICAL
Porque primero la hará viajar a Ronda, Málaga, en busca de Julieta, y luego, cómo no, a Italia, el país en el que supuestamente se esconde el verdadero asesino del empresario barcelonés, con todo lo que eso podría implicar, tanto en lo que se refiere a la muerte de Siguán como en lo que concierne al negocio familiar hundido que, de repente, vuelve a funcionar increíblemente bien. El ispettore Maurizio Abate, el atractivo homólogo de Delicado en Roma, lo tiene claro: le pasara lo que le pasara a Siguán (y a su empresa), seguro que tuvo que ver con la mafia. Pero existen tres tipos de ese tipo de familia en Italia, la Cosa Nostra, la Camorra y la 'Ndrangheta, y al ispettore lo que le preocupa es descubrir con cuál había empezado a hacer negocios el muerto.
Mientras Petra Delicado brama contra todo y contra todos por las pérdidas de tiempo que acarrea un viaje del estilo (Coronas tampoco está demasiado emocionado, hay recortes en la comisaría y les obliga a llevar una cuenta de gastos diaria y detallada), el bueno del subinspector Garzón, el siempre hambriento Fermín Garzón, se maravilla ante el Coliseo ("Casi no puedo hablar, inspectora", le confiesa, emocionado, a Delicado) y se pregunta si no habría entre sus antepasados un mozo de cuadra de los que alimentaban a los leones. También descubre Garzón que "todo está en Shakespeare, lo bueno y lo malo de lo que el ser humano es capaz", como dice Petra, a lo que el subinspector apostilla: "Habrá que leerlo, sí, aunque luego tenga pesadillas", y es que el espíritu del dramaturgo sobrevuela el noveno caso de la inspectora, y con él, la tragedia, en concreto, la tragedia familiar. En palabras de Delicado: "Toda familia es un nido de víboras por definición. Como un barco que navega aislado en alta mar y del que uno no puede desembarcar de ninguna manera". Un barco sometido en este caso a una tempestad con aspecto de pasado realmente oscuro.
Si algo tiene de especial esta primera entrega internacional de la inspectora (que ya es todo un best seller en Italia, país en el que Alicia Giménez Bartlett es una celebridad) es la fiereza con la que Delicado se trata a sí misma, por no haber tenido hijos (considerando cualquier intento de maternidad un atraso para la mujer, en lo que respecta a su carrera, por la forma en que trata a Yolanda y a la viceispettora italiana Gabriella Bertano, que acaba de ser madre), por haberse aburguesado sin ser consciente de hasta qué punto estaba cruzando una línea (o el bolso de Loewe valorado en más de mil euros con el que se atreve a ir a una cárcel de mujeres) y por estar asfixiando su matrimonio (una vez más). Un excelente disparo de una Bartlett cada vez más cómoda en la piel de esa exigente Rottenmeier capaz de empatizar hasta con el más cruel de los villanos llamada Petra Delicado.