Ciudad ocupada
David Peace
20 junio, 2014 02:00David Peace. Foto: Suse Walczak
He aquí el segundo asalto de la trilogía de Tokio de David Peace, el tipo que empezó siendo un mántrico admirador de la prosa de disparos de James Ellroy y ha acabado convertido en un genio del noir experimental. He aquí la historia del asesino no culpable, Sadamichi Hirasawa, el acuarelista que fue acusado de perpetrar el atraco en el que murieron envenenados doce empleados de un banco, un banco de Tokio que el supuesto asesino desvalijó. La cosa es que el tal Hirasawa se hizo pasar (supuestamente) por funcionario de salud pública y fingió que su único cometido allí era el de contener un brote de disentería. Pero lo único que el supuesto funcionario quería era dinero. Porque en la Ciudad ocupada, la guerra aún no ha terminado y nada es lo que parece.Construida a modo casi de invocación, y valiéndose de informes policiales, artículos de periódico y hasta las cartas de un teniente coronel norteamericano (convertido en conejillo de indias de una guerra bactereológica encubierta), esta novela coral cuya estructura se basa en dos relatos del escritor neorrealista Ryunosuke Akutagawa es una excelente radiografía de la psicosis en la que andaba sumida la ciudad allá por 1948. Pero es mucho más.
Para empezar, es un intento de explicar cómo ocurrió lo que ocurrió (¿por qué un acuarelista de 57 años acabara pagando por 12 crímenes que no cometió?), adentrándose, una vez más, en un terreno tan pantanoso como el de la corrupción policial (un clásico de la narrativa de Peace). Pero en esta ocasión no se limita a explorar el lado oscuro de los tipos de uniforme sino que se sumerge en los mecanismos de autodefensa de la ciudad ocupada. Así, el relato se convierte en la clase de artefacto dolorosamente siniestro (y poético) que acostumbra construir Peace, sólo que en este caso va un poco más allá y experimenta hasta lo indecible, convirtiendo la novela en una muñeca rusa de nueve cabezas (tantas como voces) en la que brilla una historia de amor. La conclusión es que cada nueva entrega del genio del noir británico es un tour de force indescriptible, una novela crónica ardorosamente compleja y (brutalmente) brillante. Y Ciudad ocupada no es una excepción.