Poesía

Obra poética reunida

Eugenio de Nora

30 enero, 2000 01:00

Cátedra. Madrid, 1999. 357 páginas, 1.600 pesetas

El nombre de Eugenio de Nora (nacido en 1923) está indisolublemente unido al cambio radical que se produjo en la poesía española en 1944, el año de Hijos de la ira de Dámaso Alonso, de Sombra del Paraíso de Aleixandre, en el que comienza una época de compromiso ético con la condición humana, de exaltación del lenguaje cotidiano y la voluntad de comunicación: la llamada poesía "desarraigada" o "rehumanizada", y "neorromanticismo". El programa de la revista Garcilaso, fundada en 1943, suponía todo lo contrario: continuidad clasicista, intimismo amoroso y religioso, tibio y sereno. En el número 4 de la revista madrileña Cisneros, Nora dio la voz de alarma, y lo secundó en el 6 el P. Antonio González de Lama. Ambos pedían una literatura de mayor "vibración anímica", y con ese lema fundaron en León y 1944, la revista Espadaña, junto a Victoriano Crémer. En sus páginas aparecieron poemas sobre la tragedia y la angustia de la existencia y de la duda religiosa, y las primeras manifestaciones de poesía social. Nora, mientras publicaba metapoemas exigiendo una actitud realista y de denuncia, vapuleaba, en críticas y reseñas, "el lenguaje poético marfilesco y mandarinesco" o "la influencia del azúcar en la joven poesía". Un soneto heterodoxo de Blas de Otero, alusiones de Nora a Pemán como poeta oficial del franquismo, y otros textos que censuraban la falta de libertades y proponían actitudes revolucionarias, llevaron la revista al cierre en 1951. La línea de Espadaña es, en términos generales, coherente con las dos grandes orientaciones de la obra de Nora, el humanismo existencial y el realismo social, si dejamos a un lado su primer libro, Amor prometido (1945), no del todo ajeno, en su dependencia de Guillén y Juan Ramón, a la impersonalidad garcilacista.

La poesía existencial de Nora se ocupa del amor, de la muerte, de Dios y la posible trascendencia de lo humano, de la soledad. La síntesis de esos elementos desemboca en la afirmación de la vida, aceptando el lastre de sus servidumbres pero al margen, salvo mínimas concesiones, del tremendismo que priva de credibilidad a tanta poesía de aquel momento. En Cantos al destino (1945), bajo el signo del vitalismo de Aleixandre, se declara "afirmado en mi hombredad, como una dura roca", sin que ello le impida reconocer que todo hombre "sufre y está solo", destino de "la carne dolorosa, esclava, insurrecta" que ha de rebelarse diciendo "¡Yo acuso, yo golpeo, yo clamo!". Contemplación del tiempo (1948) explora la necesaria convivencia de amor y muerte ("andamos firmes una ruta/de sed y zarzas abrasadas/en que el dolor es nuestra ayuda"), una dualidad contradictoria que se resuelve en proclamación jubilosa del amor en Siempre (1953).

La poesía social aparece en Cantos al destino, cuando Nora evoca la guerra civil entre sus recuerdos infantiles, y sobre todo en el poema "Otra voz", declaración de principios que debe destacarse por su carácter fundador, dada su fecha. Se trata de una acusación irónica dirigida al poeta "ciego, cruel, extático, infantil", refugiado en la "lejana e impasible belleza", al que se incita a unirse a "la sangre, el anhelo y la voz de los hombres". Al año siguiente, Nora se consagra definitivamente como pionero de la poesía española de crítica y resistencia política al publicar, anónima y clandestinamente, Pueblo cautivo, denuncia inequívoca de la falta de libertad en la España posterior a 1939, de la represión sufrida por los vencidos y de la mezquindad de los vencedores. Contemplación del tiempo (1948) incluye el poema "Lo que yo pienso sobre ello", crónica de la muerte de un disidente perseguido por la policía, caído en la calle mientras "pidiendo un rifle pasa descalzo un niño". España, pasión de vida (1954) condena el secuestro de España, por los nostálgicos del Siglo de Oro imperial, y en "Poesía contemporánea" escupe (sic) sobre los "cobardes, envenenadores, vendedores de sueños" que ponen "sedas sobre la lepra" cuando "es tiempo de no plantar rosales". En "Palabras y palabras", tras reflexionar sobre su condición de escritor:"¡No seré el que ornamente/los muros de una cárcel!".

Al prólogo del preparador de esta edición, Santos Alonso, le falta la situación de la obra de Nora en el contexto literario español de la primera posguerra; al afrontarla fuera de él le hace poco favor. Quizá por eso intenta rescatarlo presentándolo como un poeta atento a los valores formales y estéticos, y heredero del Barroco y el Modernismo: diríase que, olvidada la poesía social, las lanzas se han tornado cañas. En cuanto a la posibilidad, que también se apunta, de que el existencialismo de Nora pueda ser un magisterio para los actuales "poetas de la experiencia", a ellos toca aceptar el legado.