Image: Consulado General

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Poesía

Consulado General

Marcos Ricardo Barnatán

30 mayo, 2001 02:00

Tusquets. Barcelona, 2001. 97 páginas, 1.500 pesetas

Después de un silencio editorial de casi diez años (salvo la antología El techo del templo [1999]), Barnatán vuelve con este conciso Consulado general, su libro más depurado: en los 35 poemas que lo forman traza la cartografía de su presente en un viaje plural por los ámbitos principales de su mundo poético: las artes y los libros, la reflexión sobre la propia historia y la cotidianidad, el pensamiento judío, Buenos Aires, la música y la memoria.

La primera de las cuatro partes la integran, entre destellos de experiencias revividas (espléndidos "Vista al negro" y "Victorian gazebo"), los homenajes a poetas y pintores, entre otros Emily Dickinson, Fernando Pessoa, Henri Michaux, Vicente Barbieri, Alejandra Pizarnik, Néstor Perlongher y, cómo no, Borges, que resuena aquí con frecuencia. Por debajo de la anécdota cosmopolita, en los cinco poemas de "August", la parte II, se condensa (como sucede en los seis de "El misterio del Señor", la III, respecto a la vibración intelectual de la identidad hebraica) la tonalidad sentimental que da su luz particular a todo el libro, más cerca de la celebración que de la elegía gracias a la intensidad que cobra lo inmediato: "Miro este paisaje con ojos sin fe/ Pero su fuerza serena supera mi escepticismo".

No se olvidan la presión del tiempo que escapa ("Volcanic Valley"), la igualatoria soledad ("Singular rooms"), las contradicciones de la memoria: "No borra el vino la memoria vana./Sólo confunde algunas precisiones que la voz altera", pero a todo ello se contrapone, con sutil humorismo, la efectiva consagración al instante: "No hay poema en el fondo de esta copa,/ Sólo el vino feliz que brilla como agua/ De zafiro entre tus dientes./ Y la música, la música muda te marea/.../ Un fósforo de madera arderá segundos/ Y la hoja añeja despedirá su perfume./ Eres tú, dices, tuyo es el rostro que la navaja pule,/ Mientras el espejo desmiente tu edad/ Y borra cruel cualquier fantasía."

"El alma que canta" cierra Consulado general como homenaje a Buenos Aires (y a la plural percepción del destierro( por medio del tango o la milonga, cuyas letras taracean estos poemas en los que emoción y conciencia subrayan la notable condición intimista del conjunto. "Protege la canción": como dice el poeta en las notas que cierran el libro, "la música está siempre en toda evocación de la ciudad de mi infancia, quizá mi verdadera patria".
Busca Barnatán "desvelar algunos de esos enigmas que lo constituyen", pero sin pretender "que se borren en la superficie cristalina del agua inmóvil". Este libro replantea la reflexión de fondo de toda su poesía sobre la identidad de vida, lenguaje y cultura. Fiel a su "Arte poética" (1979) ("La letra más que marcar llamea/ Desgarra la esteparia faz del papel/ Para ser cuerpo en el tiempo"), y en diálogo con el del mismo título de Siles, afirma en "El lugar del poema": "No está el poema/ Más allá de la palabra/ Lo encierra el fuego del verbo/ Late en el rayo violáceo que recibimos/ Para ablandar la noche/ Para entender la oscuridad del mundo/.../ Somos los que se van./ Quizá sólo somos agua y tiempo/ Y lenguaje."