Poesía

La selva en que caí

Sara Herrera Peralta

1 noviembre, 2007 01:00

Torremozas, 2007. 70 pp. 8,50 euros

Ocurre en las mejores familias: nos quedamos sin palabras, no encontramos la palabra exacta, no hay palabras para expresar lo que sentimos. ¿La culpa? Siempre del lenguaje, por supuesto. ¿Torpes? ¿Nosotros?
Palabras precisas y en abundancia posee Sara Herrera Peralta. Su opera prima, La selva en que caí, es una lección de cómo domar a la fiera: imágenes sugestivas - "El futuro tiene forma de huracán" ("Las sombras I")-, metáforas evocadoras, ritmos hipnóticos -"y va cayéndose a trozos/ el corazón que me sostiene/ con las alas partidas / a pedazos" ("Cuando Walt Whitman tenía razón")-. Encabalgamientos astutos como "construyo mi isla / desierta a ratos" ("La selva en que caí") son desafíos a la ilusión de una semántica unívoca. Y los invitados chez Herrera Peralta respetan la idiosincrasia de su anfitriona: un tímido Góngora se asoma en "Qué tendrá en las vísceras/ -me pregunto-/ que intuye el final/ cuando aún no hemos / hecho polvo nada" ("Lo que queda"), mientras que "Los rostros" ("Terminales de llegadas y salidas / en un punto exacto de cualquier / aeropuerto. / El mundo es un hormiguero / cubierto de catástrofes") se posa en la rama -húmeda, negra- de Pound. La lengua poética sabe quién manda aquí.

Lástima que la poeta no dé órdenes claras ni contundentes. Ocasionalmente, proyecta ideas sólidas y consistentes: "las mujeres somos todavía / aprendices de brujas o / hadas de un rosa desteñido / aún estoy a medio hacer" ("La selva en que caí"). Pero más frecuentes son los lugares comunes muy comúnmente tratados: es dudoso que versos efectistas sobre "los vientres de las madres que / amamantan con la leche del hambre" ("El solitario") apelen a la conciencia social del lector con más eficacia que una imagen. Una de ésas que valen por mil palabras. Las que a Herrera Peralta no le faltan. Las que justifican que exista poesía en nuestro muy visual mundo. Una poeta en busca de tema: nada preocupante. Lo decisivo -una voz propia- ya lo tiene.