"Una cosa que él no era/ es un objeto. La otra cosa/ que no era es un muerto". Una madre habla sobre su hijo. Su difunto hijo. Elegía (Bartleby, 2010) transmite un sufrimiento inimaginable. Mary Jo Bang es un ser humano intentando salir de un pozo. No grita. Sabe que no saldrá nunca. Aunque su serenísima poesía no mitigue la pérdida, la racionaliza. "El rol de la elegía es/ colocar una máscara mortuoria sobre la tragedia". El sonido del dolor, hecho música.
Poeta para mitómanos, W. S. Merwin se atreve a roturar suelos que los ángeles no se atreven a pisar. Cuatro salmos (Vaso Roto, 2010) abre una segunda década de milenio que lee en el neoyorkino no sólo una poética bíblica, sino la esencia del humanismo postmoderno: "Soy el hijo de la indiferencia pero el desprecio es una etapa en la vida de los dioses". Por esto y por los Cuatro cuartetos de Eliot, la literatura es mensurable.