Clara Janés. Foto: Sergio Enríquez-Nistal



En varias ocasiones ya ha mostrado Clara Janés (Barcelona, 1940) su interés por ciertos conceptos científicos, los fractales, por ejemplo, y una más es la expresión que da título a este libro y que inscribe la idea, disputada hay que advertir, de que la mecánica cuántica no abarca todos los pará- metros, sino que hay "variables ocultas". Así, de lo que aquí se habla es de lo misterioso, de aquello que está todavía por conocer y que el discurso poético intentaría formular, bien que a su modo particular, con lo que está claro que estamos ante una concepción de la poesía como conocimiento, que es a lo que responde toda la obra, excelente, de esta autora: la escritura como exploración.



Otro punto de partida esencial ahora es el llamado Libro de los muertos egipcio en el que se dice, entre otras cosas, cómo el muerto ha de recuperar el "don de la boca" para emprender su nueva vida, ese desvelamiento de lo que permanece en su secreto. En el último de los textos de Variables ocultas se lee que "Al que cantó le fue concedido el don de la boca": hablar de nuevo, decir un habla nueva, esto es, poética en cuanto que creadora de lo que nombra y del nombrar mismo, que habrá de ser así toda vez que se ha atravesado el umbral que otorga el mayor de los conocimientos, el que va de la vida a la muerte y el camino de regreso, doble trayecto que abre el misterio, lo que los griegos cifraron en Orfeo, el poeta por antonomasia en cuanto que es el poeta iniciado. Y para la etapa moderna no puede quedar sin señalar que el referente es Arthur Rimbaud, un iluminado.



Variables ocultas se compone de breves poemas en prosa y que, tal como se lee en una de las cartas cruzadas entre la poeta y Gamoneda que se incluyen en apéndice, Janés habría concebido como "poema-relato". Ello apunta a que los textos se disponen siguiendo un orden, un progreso, que habrá de ser el que media entre el no saber y el saber. A este respecto, la sección segunda, la central, es particularmente interesante porque da cuenta del nacimiento de la inscripción, de la escritura, la "llave del saber", lo que da lugar a bellas frases como "Nació del agua la a" y hay que reparar en que el artificio que la escritura es surge de la naturaleza, del elemento vital, según suele decirse, lo que proclama cómo la cultura no es sino de la progenie de lo natural, su prolongación. Y a propósito de los signos convendrá decir que el libro se completa con doce estampas, deliciosas, que contienen otros tantos alfabetos: diversidad de la escritura, que es también del decir, del pensamiento.



En cuanto que esta habla es exploración, su modo de decir está necesariamente en el límite de lo decible, además de que por la donación de la boca antes mencionada se trata de un decir nuevo, o renovado, y así se advierte: "Las palabras no se relacionan entre sí, acontece la imposibilidad de la frase y su discurso". En consecuencia, se leen pasajes que ponen en crisis la significación: "todo inmóvil, aunque el sueño se desplaza", "Los colores están hechos de música", "El sol se ha llevado la luz" y es que "A cada nombre corresponde una sombra". El habla nueva se debate entre decir y no decir, explorando el espacio que se abre entre lo uno y lo otro y que alcanza siempre a expresar un algo más de lo ya dicho. Lo que está en juego es el alumbramiento del lenguaje.



Clara Janés es una poeta excelente y su obra está ya en el canon contemporáneo y con este libro, de dicción tan potente, tan sugestiva, no hace sino confirmar ese lugar que por su palabra sabia, oscura y resplandeciente, ha conquistado.