Raquel Lanseros, Andrea Cote y Daniel Rodriguez Moya

Visor, 2011.160 páginas. 10 euros

El proyecto es singular, entre otras razones porque esta antología, que reúne poemas de ocho autores de seis nacionalidades se publica al mismo tiempo en cinco de esos países y por editoriales de prestigio, tal como lo ilustra que en el caso español haya corrido a cargo de Visor. No hay, por tanto, ninguna marginalidad en todo ello y eso hace que se comprenda mal el que en el texto de presentación, sin firma pero "firmado" por los ocho antologados, se afirme que "seguimos creyendo que una de las misiones de la poesía es enfrentarse al poder", frase que además se compadece mal con el hecho de que todos los poetas aquí reunidos -Alí Calderón (México, 1982), Andrea Cote (Colombia, 1981), Jorge Galán (El Salvador, 1973), Francisco Ruiz Udiel (Nicaragua, 1977), Ana Wajszczuk (Argentina, 1975) y los andaluces Fernando Valverde (1980), Raquel Lanseros (1973) y Daniel Rodríguez Moya (1976)- han visto reconocidos sus trabajos literarios con no pocos premios. Entonces, ¿de qué poder se habla? No se entiende. Y ello pese a que el prólogo lo especifica: "el poder de hoy no hace más que invitarnos al silencio, al fragmento, a las subjetividades ensimismadas y a la pérdida de diálogo entre las conciencias". ¿De verdad el "poder" invita a eso?, ¿qué "poder"?, ¿el que les ha otorgado los reconocimientos recibidos?, ¿el que les ha propiciado esta singular presencia internacional que hay que celebrar?



Lo anterior pretende poner de relieve la serie de declaraciones desafortunadas del prólogo, como cuando se lee que "una gran parte de los nuevos poetas en español se han adscrito a una tendencia tan experimental como oscura", lo que, creo, se ajusta mal a la realidad, afortunadamente mucho más rica; o cuando afirman que "los discursos fragmentarios, el irracionalismo como dogma y el abuso del artificio han supuesto la ruina de la poesía", diagnóstico ingenuo donde los haya; o, por mencionar sólo otra de las inconsecuencias, cuando tras dar un listado de poetas a los que admiran, con sus dosis de heterogeneidad por lo demás, aunque todos ellos de mérito, escriben que tales maestros "nunca han escrito contra nadie", lo que, para empezar, está bien lejos de la verdad. Pero el dislate está en que si acaso fuera cierto mal habrían aprendido la lección estos ocho discípulos que dedican buena parte de su presentación, por no decir toda ella, a escribir contra los que denominan, si bien no se identifica ni a uno solo de ellos, experimentales, herméticos, los que dieron en "abrazar el barroquismo gratuito" -expresión, como varias otras más, irrisoria- o, en fin, los que escriben poemas que no se entienden.



La antología, que merece la pena de verdad y desde aquí la recomiendo, hubiera ganado, y mucho, sin el prólogo, pues excomulgar a Arthur Rimbaud y todas las secuelas que directa o indirectamente se le deben, es inquisitorial y, por tanto, muestra de grave penuria intelectual y moral.