Rafael Guillén. Foto: Esther Falcón

Fund. José Manuel Lara, 2011. 128 páginas, 11'90 euros

Rafael Guillén (Granada, 1933) es autor de una obra poética considerable en extensión y de intensidad lírica reconocida, baste decir que, entre otros galardones, con su libro Gesto segundo recibió el Premio Boscán y Los estados transparentes (1994) el Premio Nacional de Literatura y hay que mencionar que en 2010 se editó en tres volúmenes su Obra completa, donde se recogen además de su poesía sus diversos escritos en prosa. Sus libros han tenido además una muy buena recepción por parte de la crítica, de manera que estamos ante un autor bien conocido y justamente reconocido.



Aunque su obra ha sido antologizada en varias ocasiones, la selección que propone aquí es una lectura curiosa como pocas, pues se trata no de una lectura de poemas, sino de versos, ésos que él mismo ha denominado para los momentos perdidos. Curiosa antología, en efecto, pues el propio poeta ha examinado sus trabajos poéticos para entresacar de sus páginas breves fragmentos de uno, dos, tres o cuatro versos que ha considerado "memorables", calificativo que, según escribe con una modestia no demasiado común, ha de entenderse no ya como versos dignos de ser recordados, sino en cuanto "memorizables". Dicho esto, me permito rectificar al poeta y afirmo que "memorable" es adjetivo que vale aquí en su sentido recto.



Es el caso que al desgajarse estos mínimos fragmentos de la unidad textual a la que pertenecen pierden el efecto sémico que en su momento les correspondían, pero no es menos cierto que en esta nueva presentación, aislados, cobran una dimensión nueva: se leen ya no como secuencias descontextualizadas, sino como textos auténticamente nuevos, que han adquirido su propia esencia de tales, verdaderos poemas con nueva significación y que, por otra parte, se pueden insertar en la poética de lo breve que tanto en la poesía -tras la estela del epigrama, y más modernamente del haiku sin olvidar las composiciones breves tan típicamente andaluzas-, como en la prosa -desde el fragmento de los románticos alemanes y cómo no recordar ahora a Augusto Monterroso- está tan presente es la literatura moderna. En cualquier caso, esta nueva lectura de versos aparece dotada de una intensidad que en los poemas a los que pertenecen, y que se anotan para guía del lector, podría a veces haber pasado desapercibida, bosques que habrían ocultado los árboles.



Así, memorabilidad e intensidad impregnan estas páginas, además del potente lirismo de la escritura de Guillén, expresión de una intuición de la sensación y de la palabra, además de su bien demostrado sentido del ritmo. Todo ello se da cita en unas piezas verbales que, con un cierto aspecto de máximas, eso sí, musicales, no dejan indiferente: "Mientras abren las rosas, desfallecen / los momentos que asisten al prodigio", "El futuro es pasado / que busca otro comienzo", "Tu amor es la verdad, porque no tiene / historia todavía", "Que nada en la vida es juego / cuando está en juego la vida", "Crear, en arte, es forzar los límites / de lo perceptible", "El silencio se despierta / picoteado de pájaros", "Era como asistir al sacramento / de la consagración del mundo", "Yo creo / en la otra mitad de lo visible", "No deseo otros dones / que mi antiguo deseo" son sólo algunos ejemplos que entresaco de esta memorabilia y que creo dan idea de cómo Rafael Guillén invita al lector a perderse en sus palabras en una lectura que, si placentera, que lo es, se abre siempre como una puerta a la meditación.